En su discurso en la ceremonia de bienvenida, el Papa ha afirmado
que «nadie puede ignorar cuánto tuvo que sufrir el pueblo palestino
en las últimas décadas». «Vuestro sufrimiento está ante los ojos
del mundo y ha durado demasiado», añadió Juan Pablo II. El Papa
reconoció implícitamente el derecho de los palestinos a tener su
propio Estado al recordar que «mis predecesores y yo hemos
proclamado reiteradamente que no habrá fin al trágico conflicto en
Tierra Santa sin garantías estables de los derechos de los pueblos
implicados, de acuerdo con la legislación internacional y con las
principales resoluciones y declaraciones de Naciones Unidas».
El pueblo palestino «tiene el derecho natural a tener una patria
y el derecho a poder vivir en paz y tranquilidad con los otros
pueblos de esta zona» concluyó el pontífice. Junto a Juan Pablo II,
el presidente palestino, Yaser Arafat, escuchaba con atención,
visiblemente satisfecho, después de haber dado la bienvenida al
Papa a la «tierra de Palestina».
Arafat agradeció a Juan Pablo II una visita que supone un claro
respaldo a las aspiraciones palestinas de tener un Estado
independiente. «El pueblo palestino valora enormemente vuestra
posición en apoyo de su causa y de su justa presencia en su patria
como un pueblo soberano e independiente», añadió Arafat.
«Su presencia en Belén, en la Jerusalén ocupada y en un campo de
refugiados demuestra su respaldo a la justicia para con el pueblo
palestino», ha afirmado Arafat, introduciendo así el elemento
político y reivindicativo sobre Jerusalén Este, la parte árabe de
la ciudad, anexionada por los israelíes y en la que se aloja el
Papa. El discurso del Papa provocó una doble reacción en el
Gobierno israelí. El ministro del Interior, Ben Ami, criticó en un
primer momento de forma dura las referencias del Papa a la patria
palestina, pero horas después el ministro cambió de registro y
calificó el discurso de «sensato y equilibrado». Una destacada
fuente gubernamental israelí expresó «una satisfacción relativa»
por el discurso del Papa.
Tras la ceremonia oficial de bienvenida, el «papamóvil» ha
trasladado de nuevo a Juan Pablo II a través de las calles de Belén
hasta la plaza del Pesebre, frente a la basílica de la
Natividad.
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