El papa Juan Pablo II expresó ayer en Yad Vashem, el memorial del
Holocausto en Jerusalén, «la profunda tristeza de la Iglesia
Católica por el odio, los actos de persecución y las
manifestaciones de antisemitismo contra los judíos por parte de
cristianos en cualquier época y en cualquier momento».
El Papa, sin embargo, no ha hecho una mención específica a la
actitud de la Iglesia Católica durante el Holocausto judío. Buena
parte de los israelíes querían que el Papa, tras su petición de
perdón por los pecados de la Iglesia realizada en Roma hace unas
semanas, pidiera aquí perdón por lo que consideran el «silencio del
Vaticano» durante el exterminio judío por parte de los nazis,
especialmente del Papa Pío XII.
Juan Pablo II manifestó su dolor por los judíos exterminados en
el Holocausto, a quienes ha dicho venir a rendir homenaje. Desde la
sala del Recuerdo, en Yad Vashem, el Papa recordó el silencio ante
el drama del pueblo judío, «el silencio del recuerdo, porque no hay
palabras suficientes para deplorar la tragedia del Shoah»
(holocausto en hebreo). «Nadie puede olvidar o ignorar lo ocurrido.
Nadie puede disminuir su magnitud. Debemos recordar para que nunca
más vuelva a ocurrir», añadió Juan Pablo II, quien, una vez más,
pidió que cristianos y judíos trabajen juntos para superar las
heridas del pasado. El discurso del Papa fue contestado por el
primer ministro israelí, Ehud Barak, quien dijo a Juan Pablo II que
él «ha hecho más que nadie por procurar un histórico cambio en la
actitud de la Iglesia hacia el pueblo judío». Barak recordó, no
obstante, que «no sólo los cielos habían guardado silencio» durante
el Holocausto, sino también muchos otros en la Europa cristiana,
que vio morir a seis millones de judíos.
El primer ministro israelí se felicitó por la visita del Papa a
Yad Vashem, «el momento culminante de un histórico viaje para curar
las heridas», pero añadió que «es imposible superar en una noche
todo el dolor del pasado».
Ehud Barak concluyó su mensaje con un claro contenido político,
al reiterar que Jerusalén es «la capital eterna e indivisible» del
Estado hebreo y aseguró que Israel «mantendrá Jerusalén unida», en
clara referencia a los deseos expresados por Juan Pablo II de un
estatuto internacional especial para la Ciudad Santa y a las
reivindicaciones palestinas sobre Jerusalén Este como capital de un
futuro Estado palestino.
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