La reina madre, la abuela más querida por los británicos, celebró
ayer, viernes, sus cien años de vida ante unos treinta mil
admiradores y se convirtió en el primer miembro de la familia real
en alcanzar el centenario. Con un vestido azul celeste y pamela a
tono, la madre de la reina Isabel II salió al balcón del palacio de
Buckingham para saludar al público allí congregado tras escucharse
una salva de 41 cañonazos desde el cercano Green Park de Londres.
Mientras la banda de la corona interpretaba el «Cumpleaños
feliz», la anciana salió al balcón junto con sus dos hijas, la
reina Isabel II y la princesa Margarita, y poco después se sumó el
resto de la familia real británica. La reina madre llegó al palacio
de Buckingham desde su residencia de Clarence House en un coche de
paseo tirado por cuatro caballos, adornado con pequeñas flores
amarillas y azul celeste, y escoltado por diecinueve soldados de
caballería. Compartió el coche con su nieto favorito, el príncipe
Carlos, mientras saludaba a la multitud que desde horas muy
tempranas ocupó lugares estratégicos para poder verla de cerca.
Poco antes del mediodía y previo a abandonar su residencia
oficial rumbo al palacio de Buckingham, los guardias irlandeses
desfilaron ante la reina madre para cantarle el «Cumpleaños feliz».
Después, la abuela más admirada recibió la tradicional tarjeta de
cumpleaños que su hija, la reina Isabel II, envía a todos los
británicos que cumplen cien años. El cartero de la soberana, Tony
Nicholls, de 58 años, fue el encargado de acudir a Clarence House
para entregarle personalmente el mensaje de su hija. La tarjeta es
igual a las que también ayer recibieron otros once centenarios,
aunque se ha revelado que la de la reina madre contiene una
dedicatoria especial y lleva la firma «Lilibet», como era llamada
de pequeña Isabel II.
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