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DELIA MILLÀN-BONN El acuerdo de la cumbre de Bonn, que salva el Protocolo de Kioto repudiado por Washington, está siendo celebrado como el triunfo del multilateralismo y de un nuevo liderazgo europeo, frente a EE UU, que permaneció aislado y parapetado en posiciones poco generosas y progresistas. La cumbre se celebró bajo la amenaza de que el rechazo del presidente estadounidense, George W. Bush, al Protocolo de Kioto arrastrara a países aliados de Estados Unidos, como Japón o Canadá, e hiciera fracasar el intento de lograr un acuerdo para poner en marcha una revolución en el sistema de producción industrial.

Curiosamente, según coincidieron en opinar numerosos delegados de la cumbre, fue el anuncio de la Casa Blanca de que Kioto había muerto lo que, en definitiva, provocó que casi 180 países tomaran consciencia de la necesidad de unirse para salvar el protocolo y su espíritu. Finalmente, tanto Canadá, Rusia, Australia, además del propio Japón, han fimado el compromiso. El ambiente que reinaba ayer entre los delegados y los grupos ecologistas era de alivio por haber conseguido la proeza no sólo de aprobar un acuerdo que sienta las bases para una cooperación internacional contra el cambio climático, sino de evitar que la primera potencia mundial hiciera fracasar el intento. El presidente de la conferencia, el holandés Jan Pronk, que al inicio de la cumbre advirtió de que una de las cosas que estaba en juego era el multilateralismo, dio las gracias a los participantes «por haber demostrado que las negociaciones multilaterales en el marco de la ONU tienen sentido».

Señaló indirectamente a EE UU al añadir que las decisiones globales, sean en el ámbito que sea, se deben tomar entre todos. Bush aprovechó las fechas de la cumbre para anunciar la pronta presentación de un plan para combatir el cambio climático e invitar a los países que lo deseen a sumarse a este proyecto elaborado por la Casa Blanca. Los delegados en la cumbre contestaron ayer, sin poder del todo disimular la ironía, invitando a EE UU a sumarse a Kioto cuando quiera. El aislamiento de Estados Unidos quedó sobre todo patente cuando, en medio de discursos jubilosos por el acuerdo aprobado por aclamación, la delegada estadounidense, Paula Dobriansky, reiteró las posturas distantes de su gobierno.

La delegada fue fuertemente abucheada cuando se le ocurrió decir que su país «toma en serio» el cambio climático. Fiel a la tradición de Estados Unidos de reclamar el liderazgo en los foros internacionales, la enviada de Washington afirmó que su país seguirá «liderando» los esfuerzos de desarrollo sostenido, en particular en los países en desarrollo, pese a que no participará en los fondos para este efecto aprobados en Bonn. Pero el líder de esta cumbre fue la Unión Europea (UE), pues actuó como abanderada de la causa del clima y fue el grupo que más sacrificios asumió para encarrilar un proceso del que depende en parte el futuro del planeta. Por su parte, el ministro español de Medioambiente, Jaume Matas, aseguró ayer que el acuerdo alcanzado en la Cumbre del Clima de Bonn «resuelve el problema de manera brillante» y calificó el trabajo de la Union Europea (UE) y del presidente de la conferencia, Jan Pronk, de «magnífico».