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SAN FRANCISCO. EFE. Con muy poco control por parte del Gobierno, las apuestas por internet se han convertido en un gran negocio, a pesar de la dudosa legalidad en la que operan y de que muchas instituciones bancarias se niegan a respaldarlas. Como el sexo, el juego es una de las apuestas más seguras de internet. Basta con hacer una sencilla búsqueda en Yahoo o Google de casinos virtuales para comprobar hasta qué punto es popular en la red. En los últimos cinco años se calcula que han aparecido unas 1.500 páginas de internet relacionadas con el juego, y según la firma Bear & Stearns el año pasado la media mensual de visitantes a páginas web relacionadas con el juego fue de 54 millones, negocio que generó unos 4.000 millones de dólares en los EEUU. Los casinos virtuales despegaron hace unos cinco años en medio de una nube legal, sin que todavía esté claro en qué legislación se apoyan y sin que se hayan producido debates relevantes sobre los problemas éticos que conlleva esta actividad, en la que el jugador puede quedarse en la ruina desde su propia casa en un tiempo récord. Una ley federal del año 1961 prohíbe el juego en «instalaciones de comunicación por cable», salvo que tenga lugar entre dos estados donde este tipo de transacciones sean legales. Como la aplicación de esta ley a internet no está clara, ya que se refiere al teléfono, algunos interpretan que el juego en internet es legal. Al mismo tiempo, y al igual que ocurre con tantos otros aspectos donde la tecnología va mucho más rápido que las leyes, como ningún estado ha legalizado las ciber-apuestas explícitamente no está claro si son legales en algún sitio, a pesar de que no hay una ley federal que lo prohíba. Una petición de julio de 2000 por el entonces asistente al fiscal general, Kevin DiGregory, para eliminar las ambigüedades de la ley de 1961 se quedó en el tintero. «Cualquiera que tenga acceso a internet puede, en cualquier momento y en cualquier lugar, hacer una apuesta y quizá quedar en la ruina», advirtió entonces DiGregory.