La británica Diane Blood, a quien le fue inseminado el esperma de
su esposo fallecido en 1995, ganó ayer el juicio por el
reconocimiento de su marido como el padre de sus dos hijos, según
dictaminó el Tribunal Superior de Londres.
La corte consideró que la ley británica de Fertilización y
Embriología Humana (1990), que no reconoce la paternidad de los
niños nacidos por la inseminación artificial del esperma de un
hombre muerto, es incompatible con la Convención Europea de
Derechos Humanos.
El esperma del marido de Diane Blood fue extraído tras entrar en
coma antes de fallecer, sin que hubiese dado su consentimiento, lo
que abrió una batalla legal que comenzó en 1997. Tras la muerte por
meningitis de su marido Stephen, Diane Blood, de 36 años, no quiso
renunciar a tener descendientes con los genes del fallecido, por lo
que decidió llevar su esperma congelado a una clínica de
fecundación in vitro.
La Autoridad británica de Embriología y Fertilización, así como
el Tribunal Superior de Londres, se opusieron y alegaron que no
existía un consentimiento escrito del esposo. Blood, finalmente,
pudo acudir a una clínica belga. De este modo concibió a Liam,
ahora con 4 años, y a Joel, de siete meses.
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