Nancy Reagan es consolada por sus hijos Michael, Ron y Patti, ante el ferétro de su marido.

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EFE-LOS ANGELES
El entierro de Ronald Reagan, justo al atardecer, en el museo que lleva su nombre frente al océano Pacífico, puso el broche final a una semana de homenajes a uno de los mandatarios más populares en la historia de Estados Unidos.

«No sé por qué el Alzheimer le robó tantos años a mi padre antes de soltarle en los brazos de la muerte», dijo su hijo Ron frente a Nancy Reagan, que sólo al final del acto perdió la compostura y lloró con la mejilla apoyada en el féretro, que besó varias veces, mientras pronunciaba sus últimas confidencias.

Tal y como era su deseo, Reagan fue despedido en una emotiva ceremonia que coincidió con la puesta de sol, una bella metáfora de ese largo «descenso hacia el ocaso» al que le llevó el Alzheimer que padecía desde hacía diez años.

El cuadragésimo presidente de EEUU recibió sepultura el viernes en la biblioteca-museo de Simi Valley, el norte de Los Angeles, un lugar cuidadosamente escogido que guarda los recuerdos de su mandato.

En la ceremonia, de un tono mucho más personal que la que se había celebrado, unas horas antes, en Washington, los tres hijos de Ronald y Nancy Reagan -Patty, Ron y Michael- recordaron capítulos felices e incluso bromas, a las que tan aficionado era su padre, de su infancia.

Una banda de las Fuerzas Armadas interpretó un amplio repertorio de himnos patrióticos, como «America the Beautiful», «Battle Hymn of the Republic» o «Amazing Grace».