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«Extra omnes», pronunciará con solemnidad a las cinco de la tarde de hoy el arzobispo Piero Marini, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias.

Los sacerdotes de Mallorca y Menorca que residen en Roma, donde desempeñan distintas funciones en instituciones religiones, aguardan con gran expectación las «fumatas» que anunciarán al mundo, a través de la chimenea instalada en la Capilla Sixtina, junto con el repique de las campanas de la Basílica de San Pedro, si ya hay nuevo Papa.

Deberán abandonar de inmediato la Capilla Sixtina todas las personas ajenas al Cónclave que elegirá al sucesor de Juan Pablo II. Los 115 cardenales que participarán en las votaciones habrán jurado previamente, ante el Juicio Final de Miguel Angel, mantener secreto absoluto sobre todo cuanto se diga o haga, deliberaciones, opiniones y comentarios que pronuncien o escuchen en torno a la elección del nuevo pontífice.

Hasta 1996 estuvo en vigor la Constitución Apostólica Romano Pontificia Eligendo, de 1 de octubre de 1975, que reguló la elección de Juan Pablo I y Juan Pablo II. Este modificó la normativa en 1996 al promulgar la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis que establece todos los mecanismos para elegir al Santo Padre. Los cardenales, que integran este exclusivo colegio electoral, «prometerán, se obligarán y jurarán», caso de ser designados para ser el sucesor de Pedro, a «desarrollar la labor de Pastor de la Iglesia Universal y defender fervientemente los derechos espirituales y temporales, además de la libertad de la Santa Sede». La primera decisión que adoptarán los cardenales consiste en si votan esta misma tarde la elección del nuevo Papa o si, por el contrario, empiezan las votaciones mañana.

Es el caso del sacerdote menorquín Miguel Huguet Ametller (Maó, 1940), oficial al servicio de la Secretaría de Estado del Vaticano desde 1978 que el pasado mes de marzo pasó a dirigir la sección de lengua española en este departamento pontificio.