Irene de Todos los Santos Urdangarín y de Borbón apenas rechistó
ayer cuando, a las ocho y veintidós minutos, el arzobispo de
Madrid, Antonio María Rouco Varela, derramó sobre su cabeza el agua
del río Jordán traída desde Tierra Santa para su bautizo. La
pequeña, primera hija de los Duques de Palma, después de tres
varones, Juan Valentín, Pablo Nicolás y Miguel, fue bautizada en el
Palacio de La Zarzuela, en una ceremonia íntima a la que asistió la
Familia Real en pleno.
Irene, que nació en Barcelona el pasado 5 de junio, es el sexto
nieto de los Reyes y hasta que en noviembre nazca su primo o prima,
el primogénito de los Príncipes de Asturias, ocupará el noveno
puesto en la línea de sucesión al Trono. Sus abuelos paternos, Juan
María Urdangarín y Claire Liebaert, rodeados de todos sus hijos y
nietos, estuvieron también en el bautizo, celebrado al aire libre
en los jardines de La Zarzuela. Hacía todavía sol, y mucho calor,
que las señoras combatieron con abanicos.
La mallorquina Rosario Nadal, esposa del príncipe Kyril de
Bulgaria, y Pedro López Quesada, casado con Cristina de Borbón-Dos
Sicilias y Orleáns, hija de los duques de Calabria, actuaron de
padrinos de la pequeña, que lleva el nombre de su tía-abuela la
princesa Irene de Grecia. La recién nacida aguantó dormida casi
toda la ceremonia, y sólo protestó levemente cuando el cardenal
Rouco hizo la señal de la cruz sobre su frente. Doña Cristina,
previsora, guardaba una chupete, que puso en la boca de su hija
para evitar que las protestas fueran a más. Siguiendo una costumbre
familiar, la niña vestía el mismo faldón de cristianar que llevó el
Rey, sus tíos, su madre, sus primos y sus hermanos.
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