Rusia inició ayer la construcción del Gasoducto de Europa del Norte
(NEGP), el mayor del continente, que abastecerá a Alemania y en un
futuro a Europa Occidental, entre dudas sobre su rentabilidad y
críticas sobre su impacto ecológico.
«Este gasoducto garantiza la seguridad energética de Europa y el
mundo», aseguró Mijaíl Fradkov, primer ministro ruso, durante la
ceremonia de tendido del primer tramo terrestre del conducto en la
región de Vólogda, 400 kilómetros al norte de Moscú.
El gasoducto, que bombeará 27.500 millones de metros cúbicos de
gas anuales desde 2010, enlazará los puertos ruso de Viborg (San
Petersburgo) y el alemán de Greifswald por el fondo del mar
Báltico, y tendrá ramificaciones hacia Finlandia, Suecia y el
enclave ruso de Kaliningrado.
El gasoducto, de 1.200 kilómetros de longitud, se extenderá en
una segunda fase a Holanda y Reino Unido, con lo que doblará su
longitud hasta 3.000 kilómetros y la capacidad de transporte hasta
55.000 millones de metros cúbicos de gas anuales.
El ex canciller alemán, Gerhard Schröder -que siempre defendió
el proyecto como desarrollo de energías alternativas al crudo-,
encabezará el consejo de dirección de la compañía operadora.
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