El escritor José Luis de Vilallonga, fallecido ayer, fue el autor de la única biografía autorizada del Rey en la que desvela entresijos de la transición y el papel de Don Juan Carlos en la instauración de la democracia en España.
«El Rey», publicada en 1993, recoge las 27 horas de conversaciones que Vilallonga tuvo con Don Juan Carlos, iniciadas en diciembre de 1991 cuando convalecía de un accidente de esquí.
Monárquico, socialista y «juancarlista», Vilallonga relata como con 11 años don Juan Carlos llegó a Madrid del exilio en 1949 para ser educado como futuro Rey de España, por decisión del general Francisco Franco, entonces jefe del Estado.
Los años bajo la tutela de Franco, difíciles de compaginar con la posición de su padre, el Conde de Barcelona, exiliado en Portugal y heredero legítimo del rey Alfonso XIII, son uno de los puntos llamativos de la biografía.
El Monarca revela decisiones que tomó cuando todavía era Príncipe, como informar a la izquierda de sus planes democratizadores, reuniéndose con el socialista Luis Solana, y para llegar al secretario general del PCE, Santiago Carrillo, buscó la mediación del dirigente comunista rumano Nicolae Ceaucescu.
«Después de todo lo que me contó he llegado a la conclusión de que el Rey es un hombre que ha vivido un drama shakesperiano», aunque, a pesar de las adversidades, Don Juan Carlos siempre ha sabido estar en su lugar, comentó el escritor madrileño.
El Rey relata en este libro que, cuando el Conde de Barcelona denunció que su investidura como sucesor no había sido democrática, «hacía de ello una cuestión de principios sabiendo que no me facilitaba las cosas», aunque insiste en que la meta común de su padre y suya era «el restablecimiento de la Monarquía, aunque nuestros caminos eran muy diferentes».
El peor momento se produjo cuando Franco anunció al entonces Príncipe su designación como «heredero a título de rey» y le exigió una respuesta inmediata, sin darle opción a consultar con su familia en Portugal, y don Juan Carlos aceptó.
«Mi padre no me creyó (cuando le dije que no lo sabía antes). Después, con el tiempo, todo volvió a su cauce».
De especial interés son sus recuerdos sobre el general Franco, al que define como «un hombre frío y misterioso», del que destaca «un sentido común desconcertante» y de quien dice que «quizás me trató como el hijo que no tuvo».
Una vez en el trono, el Rey optó por el restablecimiento de la democracia, emprendiendo la complicada tarea de la llamada «transición».
«Aquellos días vivíamos momentos difíciles por no decir peligrosos», explica el Rey, quien precisa que «la maquinaria franquista seguía en su sitio y disponía todavía de un enorme poder».
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