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La dueña de la casa de la película The Goonies (1985), Sandi Preston, se ha propuesto acabar con la marea de fans del filme que se acercan diariamente a su propiedad, harta de que su hogar se haya convertido en un enclave turístico en Astoria, en Oregón.

La mujer ha colocado un cartel en el camino de acceso en el que pide a los visitantes que se marchen, y ha tapado con lonas azules parte del inmueble como se puede apreciar en la imagen, cuyo interior queda ahora oculto ante la mirada de los curiosos.

La popularidad de esa cinta de aventuras -un proyecto de Steven Spielberg-, en la que un grupo de adolescentes seguía las pistas de un tesoro pirata escondido, está aún vigente hasta el punto de que en torno a 1.500 personas se acercan cada día a la casa donde vivían los protagonistas de la película.

La localidad, consciente del atractivo de The Goonies, utiliza su relación con el largometraje como reclamo turístico, y la casa aparece en las guías para visitantes de la Cámara de Comercio de Astoria.

El pasado 7 de junio, con motivo del 30 aniversario del estreno de The Goonies, Astoria se asoció con Warner Brothers para celebrar un homenaje al filme, que incluyó visitas guiadas organizadas y generó cerca de 2 millones de dólares para la ciudad.

Hace 5 años, más de 15.000 personas fueron hasta allí para festejar el 25 aniversario del filme.

«Imagina que compras una casa, la arreglas, te gastas el dinero, el tiempo y el cariño. Entonces la ciudad de Astoria anima a más de 100.000 personas a que vengan y se pongan delante a mirarla. Esta entrada recibe más de 1.000 personas cada día. La mayoría son amables, pero muchas no», escribió Preston en un cartel.

Los vecinos se quejan también de la suciedad que produce el trajín de personas y de los visitantes nocturnos.

Hasta hace unos años, la mujer no tenía reparos en abrir su casa a las cámaras de televisión para mostrar la vivienda por dentro.

Según un vídeo del programa Red Carpet Talk que se puede ver en YouTube, esta persona adquirió la propiedad hace más de una década cuando estaba en situación de embargo y muy mal estado.

«El techo se había caído», según relató la mujer que invirtió en una reforma para volver a hacer la habitable.