Se trata de un aceite de origen vegetal, cuyo consumo y producción ha aumentado mucho en los últimos años, siendo el segundo aceite con mayor producción mundial, después del de soja. Se obtiene del fruto de la palma o palmera (Elaeis guineensis), en cuya composición predomina el palmítico, un ácido graso saturado.
Se comenzó a utilizar como alternativa a las nocivas grasas hidrogenadas o grasas trans porque es barata, grata al paladar (no aporta ningún sabor), se usa o manipula bien tecnológicamente y es un alimento que se mantiene sólido, pero una vez en la boca se funde fácilmente.
Es rico en vitamina A, D y E, no contiene sodio y es fuente alimentaria de antioxidantes, por su riqueza en compuestos carotenoides, pero cuando se procede al refinado pierde estas propiedades. Ahora bien, tal y como ha explicado el nutricionista, el que llega a las mesas es aceite de palma refinado.
Aunque esta grasa no es tóxica, ni venenosa, ni está prohibida, ni provoca síntomas a corto plazo, los estudios de los organismos que velan por la salud han advertido ya de que su consumo en exceso favorece problemas cardiovasculares y metabólicos, aumentando el colesterol LDL (colesterol malo), que lleva al desarrollo de depósitos de grasa en las paredes de las arterias, provocando aterosclerosis y a largo plazo el riesgo de producir accidentes vasculares, como ictus e infartos.
Del mismo modo, recientes estudios en animales, han relacionado al consumo de esta grasa con el cáncer. En este sentido, el experto ha recordado que desde 2011, la etiqueta de los alimentos debe identificar los tipos de aceites que se utilizan, según el reglamento europeo de información al consumidor. Hay veces que se puede encontrar este aceite, bajo el nombre de manteca de palma o palmoleina.
De hecho, se halla en muchos productos de uso habitual, a nivel mundial representa casi el 40 por ciento de todo el aceite vegetal usado. Se utiliza en alimentos como las galletas, bollería, barritas, tortitas, cremas de cacao, chocolates, helados, margarinas, patatas fritas, aperitivos, pizzas, salsas, sopas, precocinados, alimentos infantiles y también en cosmética, como jabones, champús, cremas, dentífricos y en la fabricación de piensos para la alimentación animal y en la fabricación del combustible biodiesel.
Finalmente, el doctor ha comentado que se ha desarrollado un aceite de girasol rico en ácido esteárico y oleico y también hay un esteárico que se encuentra en la manteca de cacao. Estos no aumentan el colesterol, pero son más caros que el aceite de palma y no hay suficiente producción. Habría que reorientar la producción y explotación de girasol y cacao para satisfacer la demanda necesaria.
«Tenemos la gran suerte de que en los países del sur de Europa, como España, el aceite más utilizado para cocinar es el de oliva. Pero aun así, el aceite de palma está presente en gran parte de la cesta de la compra. El aceite de oliva es rico en ácido oleico (grasas sanas que ayudan a regular el colesterol), polifenoles (protector de la sangre) y vitamina E (antioxidante)», ha zanjado.
1 comentario
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VENENO....pero menos, antes de alarmar seria conveniente -como ahora- informar...como en muxos casos