Tanto Diandra como sus tres hijos se sienten felices en su finca mallorquina, en la que ella ha pasado todos los veranos –y algún invierno– desde que la compraron. | Pere Bergas

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A punto de hacer las maletas para regresar a Estados Unidos, Diandra Douglas nos abre las puertas de s’Estaca, donde por espacio de tres semanas ha disfrutado de sus vacaciones, que ha compartido con tres de sus cuatro hijos: Imara, Hudson y Hawk, estos dos últimos, gemelos.

Diandra habla de su primogénito, Cameron, que no ha podido viajar a Mallorca porque está en libertad condicional, lo que le impide salir de Estados Unidos. Entonces la notamos más beligerante que nunca, molesta con el sistema carcelario de su país, que ha tenido que conocer a fondo tras la condena de su hijo mayor, fruto de su matrimonio con Michael Douglas. «Para viajar, necesita un permiso especial», y añade que no tiene que llevar ninguna pulsera o tobillera de control. «Lo más importante –asegura– es que Cameron está vivo después de haber pasado siete años en la cárcel. Vivo y con ganas de vivir. Está escribiendo un libro sobre la experiencia sufrida y al mismo tiempo está recibiendo clases de interpretación con el mismo profesor que se las dio a su padre, pues quiere ser actor. Para ello no tardará mucho en instalarse en Los Ángeles, donde ya ha contactado con dos agentes para que le representen».

A Diandra le parece muy bien que su hijo sea actor y que esté escribiendo ese libro, «ya que en Estados Unidos el sistema carcelario no funciona. En primer lugar, no se debería encarcelar a un adicto a la droga, ya que la cárcel, en Estados Unidos, es el peor sitio para los drogodependientes, entre otras cosas porque en ella tienen más droga que fuera. Son los mismos guardias quienes la venden... al doble del precio, y los presos, que están deprimidos porque no ven una salida, se la compran, creándose un círculo vicioso. Pienso que cualquier persona inteligente tendría que ver que este sistema, tal y como está ahora, no funciona, y encima cuesta mucho dinero al país, al contribuyente, que termina endeudándose».

Diandra, muy sensibilizada por el tema, explica que en Estados Unidos, que es el país con mayor número de presos del mundo y con mayor proporción de su población encarcelada, «la cárcel es un negocio privado. El gobierno las construye y luego contrata a empresas privadas para que las lleven, pagándoles, además, una cantidad de dinero al año. Y como estos empresarios quieren sacar el máximo, las celdas que eran para una o dos personas, ahora son para cuatro o seis. Luego, cuando estas personas salen, lo hacen desmoralizadas, mentalmente desequilibradas, no les dan trabajo... Son personas sin salida».

Sobre la venta de s’Estaca apenas habló. Pero está claro que como la casa es de dos, si uno quiere venderla al otro no le queda más remedio que aceptar. «Pero si se vende, mis hijos y yo seguiremos viniendo a Mallorca».