Fundado hace 12 años, apenas está integrado por diez personas (tres de ellas chicas), que practican cada lunes en un local en es Figueral. Practican con una espada de mano y media ?que no permite usar escudo ni dagas, ya que se coge la espada con las dos manos? y la ropera ? como la de Don Quijote?, más rápida en su manejo, fina y ligera que la anterior y permite luchar con escudo, capa y daga. «La esgrima histórica es un poco desconocida. Fundé el club por afición. Me saqué la titulación en la Real Federación de Esgrima Deportiva y allí conocí a los maestros Jesús Esperanza y Enzo Cherubino. Siempre me interesó más la esgrima clásica», añade el profesor Rafael Cortés.
Sobre la mesa, y antes de empezar la clase, se encuentran los protectores interiores, guantes, dagas, capas, cascos, espadas (réplicas de las originales), escudos y chaquetillas de protección. «No hay que tener ninguna habilidad especial para practicar este tipo de esgrima, que se basa en técnicas y tácticas. El espadachín ideal es alto y delgado, pero una persona obesa también lo puede practicar. En lugar de hacer esgrima de velocidad, puede hacer esgrima de fuerza». Añade que la máxima dificultad que tienen es la falta de tiempo para entrenar (defender y atacar se aprende practicando) y nombra dos de los tratados sobre los que se sustenta esta práctica: el de Filippo Baldi, Fiori dei Liberi y Luis Pacheco de Narváez (año 1.600). La clase, en la que aprender a combatir, comienza con cinco o diez minutos de calentamiento. Después, Rafael plantea un ejercicio que los alumnos repiten; por ejemplo, el de inclusión, que consiste en apoderarse de la espada del adversario con distintas tretas. Después se intenta que dicho movimiento de aplique en el combate.
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