Fanita Martín, a quien diagnosticaron una discapacidad intelectual,es técnico auxiliar de clínica. | Click

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Fanita Martín Coll llega a nosotros a través del terapeuta ocupacional Quim García de Castrillón Ramal, coordinador del grupo de trabajo ‘Lucha contra el estigma’. «Fanita fue diagnosticada de una discapacidad intelectual y el primer mensaje que recibió su madre, fue: «Su hija no es normal, mentalícese de que va a estar limitada toda su vida y no va a conseguir realizarla con normalidad». La madre, en vez de tirar la toalla, reaccionó con mucho coraje para que el mensaje no se convirtiera en realidad.

Hoy Fanita, con 40 años, es auxiliar de enfermería como minusválida supervisada, en el Hospital Comarcal d’Inca, hasta donde va en su coche, pues también tiene carné de conducir.

La madre de Fanita, que se llama Fani Coll, y que ha sacado sola adelante a sus dos hijos, nos recibe en su casa, donde también está Fanita –de paso, pues desde hace una temporada vive en un piso de Mater Misericordiae gestionado por el IMAS–, con Xisco, su novio, quien, hace dos semanas, en Mallorca Fashion Outlet, le declaró su amor. Él, minusválido intelectual, también vive en un piso tutelado, distinto al de ella.

«Si tú quieres, podrás»
«Hasta que tuvo siete años no acepté que mi hija no fuera una niña normal –dice la madre–. Pero cuando me lo dijo su maestra, no me quedó más remedio que aceptarlo. Entonces le pedí al médico que me explicara por qué no era normal. Y lo hizo. Muy gráficamente, por cierto. Cogiendo como punto medio el 75 % de coeficiente de inteligencia, todo lo que sea de ahí para arriba es normal –me dijo–, mientras que de ahí para abajo, no lo es. Tu hija tiene un coeficiente del 72 %, tiene –me aclaró– inteligencia límite, lo que significa que su edad mental y emocional nunca superará los 12 años por muchos años que viva».

Fani, teniendo las cosas claras, se puso en marcha para que su hija superara esa previsión. «Yo me convertí en el arquitecto, en el diseñador del plan, e hice que ella fuera la obrera, la que tenía que desarrollarlo. Con el paso de los años, y a costa de no pocos esfuerzos y mucha fuerza de voluntad, pues ha sido muy duro, lo ha conseguido. Ahora tiene una mentalidad de 15 años, casi de 16. Ha superado, pues, la previsión, y encima ha aprendido a entender lo que lee, a conducir, es técnico auxiliar de clínica, borda, cocina y es independiente y autosuficiente, tanto que desde abril vive en un piso tutelado por Mater Misericordiae.

Naturalmente, llegar a eso, no le ha sido fácil. Ha sido a costa de insistir, repetir, levantarse cada vez que se caía, no decir nunca que no a nada. Si tú quieres –le repetía–, podrás. ¡Y vaya que si ha podido!

Como que está cumpliendo sus sueños. Terminó el Graduado Escolar a los 18 años, aprobó el título oficial de técnico auxiliar de clínica estudiando 7 años y examinándose 14 veces, dos cada año, se sacó el carné de conducir, el práctico a la primera, pero el teórico le costó siete intentos. Ahora está enseñando a leer a su novio. Y aunque tiene la plaza de auxiliar de enfermería como interina, lo que le permite vivir, quiere conseguir la plaza en propiedad. Y en esas está. Pero, para ello, pide que alguien, un voluntario con mucha paciencia, la ayude a preparar la oposición, que se convocará a primeros de año».

Dani, el héroe de esta historia
Fani, la madre, da por bueno el esfuerzo que ha hecho, «sacrificándome para que ella consiga su sueño y que encima ayude a los demás». Pero, sobre todo, está orgullosa de su hijo pequeño, Dani, «por lo mucho que se ha sacrificado por su hermana mayor, siendo para ella como el padre que no estuvo a su lado en esta lucha. Lo suyo sí que ha tenido mérito: dejó de ser niño y adolescente para dedicarse por completo a su hermana. Él ha sido el verdadero héroe en esta historia».