Expertos en la atención de adolescentes han detectado un aumento de casos que denominan «adicciones sin sustancia», es decir, las causadas por el uso excesivo del móvil, con el que entran peligrosamente en mundos como el del juego y las apuestas, según ha explicado a Efe el psiquiatra José Luis Rabadán.
No se ha tomado conciencia todavía de que pueden llegar a convertirse en casos más graves de adicción, pero ya llegan a los centros de ayuda menores con estos problemas, advierte el experto, quien plantea abordar ya y sin dramatizar estas situaciones desde la prevención.
«No me atrevo a cuantificar todavía los casos, pero está claro que se han multiplicado por cuatro o por cinco en el último año los menores atendidos por adicción al móvil, pero no significa que haya más que antes, porque no había esa conciencia, como ocurrió con el alcohol hace unos años cuando poca gente pedía tratamiento porque no lo percibía como un problema», asegura el médico.
Con este objetivo, la Red de Atención a las Adicciones (UNAD) ha lanzado el cómic 'Atajos', que se distribuirá en centros escolares de toda España, y que cuenta a través de tres historias protagonizadas por jóvenes y fácilmente reconocibles por ellos mismos, sus problemas con las apuestas deportivas, el alcohol y la violencia de género.
Rabadán, responsable del proyecto editorial de 'Atajos' y médico especialista en adicciones, defiende la oportunidad de abordar esos casos «ante la fuerte presión de la publicidad en TV y radio sobre los juegos on line» y el escaso control del uso de los móviles entre los menores.
«Estamos en mantillas respecto al problema», pero los casos por este tipo de adicciones van a aumentar y es el momento de hacer prevención «porque ya estamos recibiendo a menores con estos problemas».
En opinión del especialista, «los padres se han relajado demasiado y no hay nada peor que un adolescente sin normas, que aunque sean incómodas, ellos mismos las agradecen; en pocos años hemos pasado de padres autoritarios a padres colegas que lo permiten todo».
Respecto al perfil de los jóvenes que son más vulnerables a estas adicciones, el psiquiatra señala que no hay que olvidar que son adolescentes «a los que afectan mucho los cambios hormonales», pero apunta que es mayor el riesgo entre los que tienen pocas habilidades sociales.
«Las personas se hacen adictas a lo que nos produce placer y tiene alguna recompensa», sentencia el facultativo, quien recuerda que los padres son los primeros responsables de sus hijos y por tanto los que deben actuar poniendo las normas.
José Aguilar, el autor del guion y de los dibujos de este cómic, financiado por el Plan Nacional sobre Drogas, Erasmus+ y el Injuve, aclara que los dibujos solo exponen las situaciones, no cómo abordar esos problemas. «Pretende despertar conciencia y generar visibilidad» porque lanza mensajes en sus escenarios y con su lenguaje.
Una de las historias está protagonizada por Tana, que podría considerarse una triunfadora: es popular, tiene buenas amigas, un novio genial y, sin embargo, algo no funciona.
Para Bea no existirá una noche más emocionante que esta, será inolvidable. Hay que darlo todo y estar a la altura. Aunque algunas cosas no se pueden controlar como el consumo de alcohol. Pablo, el tercer protagonista, se pregunta si lo de anoche cuando hacía apuestas pasó realmente o fue una pesadilla.
En unos meses, estas historias se ampliarán con una unidad didáctica para padres y profesores.
«Aplicando el sentido común, tenemos que controlar a nuestros hijos en los horarios, en los contenidos de las páginas que miran, porque es responsabilidad de los padres, no lo podemos olvidar», concluye el doctor Rabadán.
2 comentarios
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Valga la corrección en la palabra adición (que significa suma) por adicción (que significa uso abusivo o compulsivo, más o menos).
Mi opinión al respecto es que LOS PADRES , EL PROFESORADO Y LOS ESTAMENTOS DE ENSEÑANZA, pueden repartirse "solidariamente" la responsabilidad en este asunto. Y hago incapié en que los efectos de la adición en los menores irá en aumento a medida que se hagan mayores. Basta con salir a la calle y observar unos instantes a los chavales y no tan chavales.