La Festa d'Oliva reunió a casi una veintena de estas mujeres que cuando eran niñas trabajaron en el campo, siguiendo muchas la tradición de sus madres. Allí se encontraban Beneta Mas, Francisca Colom, María Font, Magdalena Sabater, Sebastiana Quetglas –que entonó dos tonades–, Aina Cabot, María Conti, Isabel Quetglas, Francisca Suau o Coloma Font. Cada una de ellas, junto a Antònia Matas, Francisca Llabrés, Margalida Ferrer, Joana Balaguer, Antònia Ferrer, Antònia Capó, Antònia Morey Margarita Morey, Catalina Pastor, Francisca Rosselló y Margalida Rosselló recibieron un paner y unas ramas de olivo.
«Lo peor era el frío. No me acuerdo cuánto cobrábamos, pero nos daban 10 céntimos (de peseta) por cada paner entregado. También 16 litros de aceite a la mitad y al final de la temporada. Era un trabajo duro, pero nos lo pasábamos muy bien», afirma Sebastiana Quetglas.
A lo largo del evento se distinguió con la insignia del Consejo Regulador a la familia Vicens, de Can Llegat (Fornalutx), por su compromiso con la tradición olivarera y el entorno de Mallorca. La recogió Jordi Vicens, acompañado por su esposa, Antònia Fornés, y sus hijos Jordi y Magdalena.
Miquel Gual, presidente de la DOP Oliva de Mallorca, fue el primero en tomar la palabra, acompañado por autoridades, como Vicenç Vidal, conseller de Medi Ambient, Agicultura i Pesca, y Jesús Jurado, videpresidente segundo del Consell de Mallorca. «Es el primer gran acto que hacemos la DOP. Queríamos que fuera un acto íntimo y sincero. Por eso, homenajeamos a las collidores d'oliva. Si no fuera por ellas, no habría oli de Mallorca, probablemente», afirmó. El acto se cerró con una bunyolada y la música de la Escola de Ball de Bunyola.
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