Este empresario de la restauración compartió el volante de su Seat Marbella de 45 CV con su amigo, el también solleric Pep Lluís Calvo, quien vivía su segunda experiencia en la prueba.
A pesar de esa calma, o quizás gracias a ella, lograron quedar entre los cinco primeros en varias cronometradas. «Además, ganamos una y en la clasificación final, que sólo miramos a la conclusión del rally, vimos que habíamos quedado en el puesto 22 de la clasificación general». El mérito es destacable, ya que su vehículo sólo tiene tracción en dos de las cuatros ruedas, mientras que la mayoría eran 4x4. «Hay participantes que se gastan mucho dinero en el coche, pero la competición no es lo primero. Lo que más llama la atención es el grado de compañerismo que se llega a alcanzar. No estamos acostumbrados a ello en el día a día», explica Álvaro.
Una de las claves para cubrir con la menor cantidad de sobresaltos cada una de las seis etapas era el llegar de día al campamento. «Resultaba fundamental poder montar la tienda con luz natural, limpiar el coche y descansar lo máximo posible». Los mejores momentos se producían al anochecer, en la carpa, tomando una cerveza y comentando la etapa con los compañeros».
Entre los 390 equipos participantes había varios de Mallorca. Álvaro y Pep Lluís ejercieron de cicerones de un equipo novel de sa Ràpita, y además había otros cinco equipos de Manacor.
A pesar de la gran experiencia vivida, Álvaro no repetirá el año que viene. «Tenía la idea de vender el coche, pero como cada año se revaloriza, lo alquilaré para esta prueba. A mí me gustaría participar en la Challenge Lisboa-Dakar».
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