Antaño era un lugar frecuentado por los pescadores, de cuya presencia se conservan los tradicionales varaderos, que en la actualidad constituyen un interesante conjunto de elementos ancestrales del patrimonio litoral. Con la popularización del automóvil a partir de los años 60, Cala Pi adoptó cierta tradición de picnic entre pinos y ante la brisa del mar.
Mas tarde, con la urbanización intensiva de la zona, ahora es una área residencial y hotelera que, por fortuna, no ha alcanzado los niveles de construcción de otros complejos turísticos. Las terrazas del hotel ofrecen una panorámica de la cala, a la que se accede por una larga escalera de piedra cortada sobre el acantilado. En lo alto disponemos de algunos bares y restaurantes en unas terrazas que, salvo los fines de semana, aún ofrecen cierta tranquilidad. Desde aquí podemos continuar hasta el final de la calle. Al fondo se yergue la antigua atalaya del siglo XVII para la vigilancia costera ante los ataques piratas.