Los hermanos Gil, frente al edificio junto a la Plaça de la Llotja, donde se ubica el restaurante. | Julián Aguirre

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Antonio Gil (Palma, 1969), Toni para las muchísimas personas que le conocen, ha sido el hombre más buscado tras anunciarse el pasado martes el cierre del restaurante Caballito de Mar, ubicado en el Passeig de Sagrera. Tras haber estado un par de años cerrado tras la quiebra que sufrió su padre, también llamado Toni Gil, en 2002 sus descendientes se hicieron cargo del local y durante estos últimos 18 años se había convertido en uno de los restaurantes de referencia de Palma.

Cuando cerró por vacaciones el restaurante el 1 de enero, ¿ya sabía que no iba a volver a abrir?
— No. En este último año hemos estado a punto de venderlo en dos ocasiones, pero por unas causas u otras no se llegó a un acuerdo, aunque tanto mi hermana Cristina como yo ya llevábamos un tiempo barajando la idea porque nos encontrábamos un tanto cansados no del trabajo en sí, que nos apasiona, sino de este modelo de negocio, que es muy estresante al trabajar con productos perecederos.

¿Qué pasará?
— Hay negociaciones con diversos grupos tanto de Mallorca, cuyo modelo de negocio se adecúa perfectamente a Caballito de Mar, como otros nacionales y extranjeros. La exclusividad de las operaciones es del Grupo Ferran.

¿Venderán?
— No. Traspasaremos el negocio del restaurante y el piso superior, pero el resto del edificio, donde hay oficinas y viviendas, seguirá siendo de nuestra propiedad y no venderemos.

Igual se podría jubilar.
— No entra en mis planes. Quiero que la marca Caballito de Mar siga estando presente en el mundo de la restauración en Mallorca, aunque aún no tenemos claro de qué forma.

¿Se ha interesado mucha gente?
— Antes de hacerse público el cierre ya había mucho interés y ofertas y estos dos últimos días han sido una locura. También se ha especulado mucho por el motivo e incluso me han dicho si tenía una enfermedad grave. Por fortuna es sido así. Hemos pagado a proveedores, empleados –algunos de los cuales vendrán con nosotros cuando abramos otro local– y todo está en orden. Pero bueno, la gente es libre de hablar.

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¿Con qué se queda de estos años?
— Sin duda, con el cariño de los clientes.

¿Cuál es la fórmula para tener éxito?
— No conozco la fórmula, pero es imprescindible un buen producto, una buena gestión y cuidar mucho al cliente. Nosotros teníamos un lema que era ‘Lo imposible no existe, búscate la vida'. Si un cliente quería un refresco que no teníamos, iba a buscarlo. Si venía una familia con niños pequeños y estos preferían haber ido a una hamburguesería me iba a McDonald's, compraba las hamburguesas, las comían tan a gusto y sus padres encantados.

Por su restaurante han pasado una gran cantidad de famosos.
— Sí, desde los Reyes actuales a los eméritos pasando por don Juan de Borbón, deportistas, cantantes, empresarios…

¿Quién le impactó?
— Federer vino a cenar con Rafa Nadal tras la ‘batalla de las superficies'. Cuando acabaron, fui a la mesa con el libro de firmas, pero Federer se acababa de ir. Bajé corriendo las escaleras y me lo encontré a la salida. Al principio no me reconoció y no hizo caso del libro, pero alguien de su entorno le recordó que era el dueño de restaurante. Cogió el libro, hizo una firma muy rápida y se fue sin decir nada. Me sorprendió porque parecía un caballero y seguro que lo es, sólo que ahí debía de estar cansado o tuvo un mal día. Nos pasa a todos.

Un menú para recordar

El Caballito de Mar siempre destacó por la calidad de su materia prima. Si hubiera que elegir un menú que definiera lo que ha sido este restaurante en los últimos casi cuatro lustros, Toni Gil se decantaría como aperitivo por las aceitunas de la casa, carpaccio de gamba roja de Mallorca, raviolis de foie, lubina a la sal y como postre trufas de chocolate.

Todo ellos regado con vinos mallorquines. Durante este tiempo, la propiedad se ha preocupado de que los jefes de cocina mantuvieran el mismo estilo caracterizado por una cocina moderna de producto.