Vicente Rodríguez en la actualidad.

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Con lo mal que lo está pasando el pequeño comercio desde hace años es un motivo de alegría que un establecimiento llegue a los 75 años de vida, y más si se trata de un segmento tan competitivo como el de la peluquería, y más en concreto de la de caballeros con la proliferación de las llamadas low cost.

La peluquería Rodríguez, fundada en 1945, se encuentra en la calle Antoni Frontera, de Palma, junto a la plaza popularmente conocida como del Obelisco. Vicente Rodríguez, actual peluquero de este local, lleva trabajando desde 1994. «Los primeros años estuve con mi padre, que empezó en la peluquería sobre el año 1965, hasta que se jubiló a finales del pasado siglo».

En los 20 primeros años de vida del negocio, la peluquería formaba parte del bar Olímpico y los clientes aprovechaban para arreglarse el pelo cuando iban a tomar un café, o viceversa. Además, el bar era también la sede social del Club Lambretta y ahí se reunían lo amantes de este mítica motocicleta. El edificio fue construido por José Miquel y todo ello, incluso en la actualidad, es de alquiler. Uno de los locales más conocidos de la época era la pastelería Royalty.

Cambios

El bar cerró y el dueño del edificio decidió tapar el local de tal manera que la peluquería ya era un negocio único. «Quienes la regentaban eran Mateu y su primo Juan, quienes la llamaron Alta Peluquería Mateu. Pero Mateu era muy aficionado al ciclismo y dejó la peluquería en 1971 para dedicarse al negocio de las dos ruedas. Entonces, mi padre y Juan se quedaron como socios únicos y le cambiaron el nombre por el de Peluquería Jupa, ya que a mi padre todo el mundo le conocía como Paco».

Al fallecimiento de su socio, Vicente Rodríguez ‘Paco’ cogió solo las riendas del local y le puso su apellido en el año 1980, que se ha mantenido hasta estos días. «Yo había estudiado informática, un campo que me atrae mucho, pero también me gustaba la peluquería y al final me decanté por este oficio», explica Vicente.

«Ha habido épocas difíciles, pero ésta no es una de las peores. Respecto a la proliferación de peluquerías low cost, creo que hay mercado para todos», asegura. Vicente, que ha mantenido los precios desde 2006, explica que «la gente joven, que es la que más utiliza este tipo de establecimientos que realizan unos cortes más agresivos, van a la peluquería cada 15 días ya que quieren mantener siempre el mismo peinado. De esta forma, pueden poner los precios más bajos. El cliente de la barberías de toda la vida viene una vez al mes».

A pesar de la competencia –a escasos 30 metros de su peluquería hay una de ellas–, Vicente decidió que quería pasar más tiempo con su familia y optó por cerrar los sábados, además de los domingos. «Los viernes hago intensivo y los clientes ya lo saben».

«¿Aquí se corta el pelo normal?»

El cliente típico de Vicente es un hombre, aunque también ha cortado el pelo a alguna mujer. Es gente del barrio, algunos amigos. A muchos de ellos, Vicente les conoce desde hace muchos años, cuando trabajaba con su padre e, incluso, de antes. El local, a veces, se convierte en lugar de improvisada tertulia, donde vecinos comentan asuntos de actualidad. «Más de una vez ha abierto la puerta un hombre preguntando si aquí se corta el pelo normal y luego nos explica que su barbería de toda la vida ha cerrado y busca una lo más parecida posible». Bastantes de sus clientes son personas jubiladas, por lo que los días de final de mes, cuando ya han cobrado la pensión, suelen ser los de más trabajo.