«En un abrir y cerrar de ojos todo puede cambiar. Nos cierran las fronteras, los hospitales se saturan, nos limitan salir a las calles y la histeria social se desata. Agotamos la existencia de mascarillas, los supermercados se vacían y las noticias falsas crecen como la espuma. Pero de pronto, nos damos cuenta que echamos de menos lo que de verdad nos han arrebatado: el contacto real».
Así empieza la emocionante reflexión sobre los días de confinamiento que está viviendo España durante esta crisis del coronavirus. Irene Sendino es la autora de Cuando todo para, un breve vídeo que pretende hacer pensar sobre las cosas importantes cuando todo acabe. «Al principio mirábamos este virus con recelo, sin darnos cuenta de que era una oportunidad para parar. En una sociedad en la que la productividad y el consumo priman se nos impone parar, pero parar de verdad», explica esta joven estudiante de medicina.
Sendino aprovecha las imágenes para recordar las duras jornadas maratonianas de antes de que se decretase el estado de alarma. Días largos, cansancio, rutinas, «hacer por hacer». Y asegura: «en esa búsqueda incesante por llenar nuestros bolsillos nos damos cuenta de que lo importante y lo que nos hace felices ya lo tenemos, y está más cerca de lo que pensamos».
Por este motivo, la madrileña anima a que todos aprovechen estos días para parar, estar con uno mismo y echar de menos todas esas cosas normales a las que antes no se les daba importancia: un abrazo, una comida familiar o una cena con amigos.
La joven asegura que esta situación servirá para aprender. «Este virus nos ha enseñado la fragilidad de la vida, que no somos imprescindibles, que todo lo que tenemos puede evadirse en cualquier momento y que lo único que puede hacernos salir de esta es unirnos. Unirnos sin importar la raza, el sexo, la religión o la ideas políticas. Unirnos como personas. Cuidarnos como humanidad», reflexiona.
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España es un país lleno de analfabetos expertos en poner negativos sin opinar una maldita palabra. Este país tiene lo que se merece.
Más que cuando todo para, cuando la inutilidad nos hace parar. Hace cinco años tenían en la punta de los dedos la vacuna para todos los Covid y pararon las subvenciones. Hace dos meses China alertó y España se tocó las narices, Italia se tocó las narices, Alemania se tocó las narices, Francia se tocó las narices. La Unión Europea miró para otro lado. Y ahora todo son lamentos. Y lo peor de todo es que encima nos permitimos reflexiones sobre el tema, como si no nos hubiésemos dado cuenta de que el sistema, que tanto nos oprime, ahora está desesperado por salvarse a sí mismo. Sin gente no hay nada. La misma gente a la que mata de hambre, de desahucios y con salarios de pena.