Micaela se encuentra ingresada en el hospital de Son Espases.

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Micaela Solé, de 24 años de edad, y animadora de hotel, vive estos días en una habitación de Son Espases a causa del coronavirus que se le detectó a costa de insistir: «Reconozco que los médicos y enfermeras, y todo el personal sanitario, van a tope de trabajo, que lo están dando todo, pero a veces, y no porque no quieran ellos, no llegan. Por eso tuve que insistir, pues si no lo hubiera hecho -nos dice- a lo mejor ahora no estaríamos hablando». Mientras, sus padres y hermana, sin que les hayan hecho la prueba del coronavirus, están en cuarentena, confinados en su casa. Por haber convivido con ella, y por haberla llevado su padre al hospital… por falta de ambulancia. O porque la ambulancia se iba a retrasar mucho.

Y es que el bicho nos ha pillado a todos con los pantalones a medio bajar. O subir. Y eso que habían advertido que venía.

El pasado 11 de marzo, Micaela tose y le duele la garganta, por lo que va al PAC -aquí omitimos el lugar del PAC; publicarlo no evitará que la chica siga en la cama-, a que la vean. Regresa a casa porque le han dicho que es un simple resfriado. Y cuando tenga fiebre -le aconsejan- que tome paracetamol.

Dos días después, además de seguir tosiendo y con dolor en la garganta, tiene fiebre. «Llamo al 061 y me dicen que me llaman ellos. Lo hacen una hora después. Les explico y me dicen que siga con el paracetamol y que tome ibuprofeno. Dos días más tarde, como todo sigue igual, y la fiebre es más alta, vuelvo a llamar al 061. Son las 17 horas. Me dicen que me llaman ellos y lo hacen, pero a las 22 horas. Me recomiendan que vaya al PAC, el mismo al que fui la primera vez, que es el que me corresponde. Esta vez me acompaña mi hermana, que tiene síntomas parecido a los míos. El médico me dice que vaya a la cuarentena, que no hay otra. Le pregunto que si me puede hacer la prueba del coronavirus, «porque igual estoy contagiada y es por eso por lo que no estoy bien». No le hace la prueba y la manda a casa, eso sí, recomendándole hacer la cuarentena. Pero el día 17, no solo tiene los mismos síntomas, sino que ahora se le suman problemas respiratorios, por lo cual su situación ha empeorado. «Vuelvo a llamar al 061, pero no contestan, y como el día 20 ya no podía más, llamo al PAC de la primera vez, me coge el teléfono la enfermera que me lo cogió la primera vez, y le digo que ahora, además, me duele mucho el pecho y me falla la respiración, me falta el aire… Me dice que si voy allí no va a poder hacer nada, que me recetará paracetamol y me mandará a casa. Vamos, que me dice que no podrá hacer nada por mí. Se que van al límite, pero protesto e insisto… Entonces me manda ir. Cuando llego, ella sale con un paciente y me dice que me quede fuera, que me llamarán. Obedezco, y al rato me llaman, y esta vez me atiende un médico. Tras hacerme una completa revisión, se da cuenta de que algo no va bien en mis pulmones, mandándome a Son Espases para que me hagan una placa. Pero como no llega la ambulancia, mi padre me lleva en su coche. Me hacen la placa, análisis de sangre y prueba del coronavirus y me dicen que quedo ingresada. Por coronavirus».

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Por eso, Micaela está convencida de que de no haber insistido, de no haberse puesto pesada, no hubiera llegado a ese médico que en el PAC, tras examinarla, la mandó a Son Espases, donde, tras placa, analítica y prueba del coronavirus, la ingresaron. «Entiendo que médicos y enfermeros van saturados, que van al límite de sus posibilidades y que más que hacen no pueden hacer... Por eso no queda más remedio que insistir al menor síntoma, pues el tiempo corre en contra de la persona que puede estar infectada».

A Micaela le sorprende también, no que sus padres y hermana, por haber estado en contacto con ella, estén haciendo la cuarentena en casa, completamente aislados, «me sorprende porque a ninguno de los tres les han hecho la prueba del coronavirus, que es algo muy simple: te mandan abrir la boca, te introducen en ella unos palitos con algodón en sus extremos, parecidos a los que nos metemos en los oídos para limpiarlos, dejan que se impregnen con tu saliva y… Pues que es eso. Luego, claro, lo analizan. Pero la prueba en sí no es muy complicada, ni tampoco lleva mucho tiempo hacerla».

Micaela, aunque sigue en el hospital, ingresada y aislada, se siente mucho mejor respecto a cómo entró, con fiebre, doliéndole el pecho y faltándole el aire.

«Aquí estoy muy bien tratada por el personal, médicos, enfermeros... todo el personal sanitario, por lo que estoy muy agradecida por lo bien que me están tratando. Son fantásticos, a nivel humano y profesional».