Poeta e historiador mallorquín que siempre apuntala con solidez sus libros es Antoni Nadal i Soler, que ha tocado muchos palos de la Historia y de la Literatura Contemporánea de Baleares (tiene enjundiosos estudios sobre Rosselló-Pòrcel o sobre Bartomeu Fiol), siendo nuestro más consumado especialista en la historia del circo y del teatro.
Hete aquí que Nadal acaba de publicar en la editorial Documenta Balear sus ‘Històries de las art escèniques a les Balears', en la que incluye un jugoso capítulo dedicado al ilusionismo protagonizado por los dos grandes magos de la España del siglo XIX que pasaron por Mallorca: el catalán Fructuoso Canonge y el parisino de origen alemán Alejandro Herrmann.
Canonge, nos comenta Nadal, era conocido como el ‘Merlín español'.Fue limpiabotas en Barcelona y vendedor ambulante de betún. Más adelante consiguió una gran fama como prestidigitador, especializado en la manipulacióm con cartas, monedas i anillos.
La vida de Fructuoso es realmente rocambolesca. Su familia era muy pobre, no sabía leer, a los veinte años trabajaba de limpiabotas en la plaza Real de Barcelona, hacía trucos a sus clientes mientras le lustraba los zapatos, hasta que lo vio el empresario del teatro Camps Elisis, el más importante de la Ciudad Condal. Actuó en esa catedral escénica y alcanzó un enorme éxito. Desde entonces viajó por América mucho y por Menorca y Mallorca, aunque en su primera función en el Teatro Principal (1865) apenas tuvo éxito, no así en sus siguientes giras que causaron asombro y mucho revuelo en Ciutat.
¿En qué consistía el espectáculo que ofrecía Canonge? Pues en diversos trucos de cartomancia, transformaciones, escamoteo magnético, nigromancia, comunicación directa con los espíritus de toda catadura y en otras difuminaciones, apariciones y desapariciones.
Otro ilusionista estudiado por Nadal que anduvo por Menorca fue Enrique Frizzo, en 1877, 1879 y 1883. Un sencillo número suyo causó gran revuelo por su belleza, con dos hojas de cigarrillo conseguía que apareciera una ágil mariposa.
Los números que hacía Canonge fueron muy solicitador por la flor y nata y por Isabel II que los distinguió con varias condecoraciones.
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