Eso no solo era un problema para la modista que diseñó el vestido, Sarah Burton, sino para el peluquero, James Pryce, que trabajó durante semanas para hacer una conjunción perfecta entre el estilo del traje, la personalidad de la entonces prometida de Guillermo y su característica melena.
La solución fue muy aplaudida por los entendidos dado que no se optó por un peinado complejo, sino todo lo contrario: un semirrecogido que dejaba su largo pelo medio suelto y con suficiente movimiento para que jugara con el viento pero no para molestar a la protagonista de la jornada.
Hicieron falta 15 pruebas con una doble de la novia (una asistente personal de Pryce) para que finalmente se pudiesen solucionar los dos grandes problemas a los que se enfrentaba el peluquero: que no podía trabajar con la tiara que Kate Middleton luciría tan señalado día y, el segundo, que la tiara no se moviera de su sitio o todo se iría al traste.
El primero era lógico: la novia llevaría la tiara Halo de Cartier que tan popular se ha hecho gracias a la reina Isabel II. No era solo su enorme valor dada la cantidad de diamantes que la conforman sino también que se trata de una pieza muy pesada.
Sin embargo, el truco que se le ocurrió a Pryce fue acercarse a la tienda Claire's más cercana y comprar la tiara más parecida... pero también más barata: 6,30 libras. Es decir, unos siete euros. Y con ella además también dieron con la solución de que no se moviera de su sitio.
Lo que Pryce no se perdonaría es que ocurriera lo que le pasó a Lady Di 30 años antes, cuando en su boda no dejó de moverse su tiara Spencer. «Se nos ocurrió un concepto único para asegurarlo. Peinamos la parte superior para crear una base para que la tiara se sentara, luego lo hicimos una pequeña trenza en el medio y se lo cosí. Nunca había visto algo así en mi vida», explicó Pryce sobre cómo resolvió el segundo de los problemas.
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Ha tardado en saberse casi más que un documento protegido de alta trascendencia.