Este hombre vive en su coche desde hace tres meses. | Youtube Ultima Hora

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Antonio Albe Fernández, palmesano, 50 años, divorciado, padre de tres hijos, en el paro, con una prestación de 800 euros, vive en un coche –un Citroën Saxo, azul- aparcado en la plaza Rosa Bueno, del Rafal Nou–, donde le encontramos ayer por la mañana.

En realidad, ahora vive del dinero –no mucho, desde luego– que le dejó su padre al morir, en cuya casa vivía, «pero que al quedarme solo he tenido que dejar por no poderla pagar, ya que no tengo trabajo y, con lo que cobro, no me basta, puesto que tengo unos gastos fijos cada mes. De ahí que duerma en el coche. El dinero me lo dio mi hermana, que aún me tiene que dar un poco más, no mucho».

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Le quedan 200 euros al mes

Antonio –recomponiendo su historia más reciente–, ha trabajado durante años en dos conocidas áreas comerciales –en una de ellas, 25 años–, y últimamente, hasta principios del año 2020, en un hotel de Peguera, en la cocina, como pinche. Al quedarse en el paro, percibe una paga de 800 euros al mes, de la que tiene que descontar 500 euros para la manutención de sus hijos, pero que al final se han quedado en 300. También, tras negociar la deuda que tiene con el banco –unos 293 que le adeuda por dos prestamos y una tarjeta, lo cual suma, como gastos fijos de cada mes 593– queda para él algo más de 200 euros, con los que no puede pagar una habitación. Por eso, vive en el coche, que, como decimos, es donde le hemos encontrado.

Según vemos, el vehículo lo ha distribuido en tres partes: la delantera, en la que se acumulan parte de sus enseres; la trasera, donde duerme –por las noches, con las puertas cerradas; por tanto, acurrucado, poniéndose debajo de la cabeza una almohada para descansar–, y el maletero, donde guarda en dos maletas y unas bolsas el resto de lo que tiene, que no es gran cosa.

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Buscando trabajo cada día

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Nos vamos a tomar con él un café en un bar de la plaza que regentan unos chinos. Aparentemente, está tranquilo, aunque suponemos que la procesión le va por dentro, pues a nadie le gusta vivir así, en un coche, y sin apenas dinero. ¡Y lleva pernoctando en él más de dos meses! «Y lo peor de todo –añade–, es que cada día busco trabajo. Sí, llamo a muchas puertas, pero no lo encuentro... Aunque también lo entiendo, pues por el coronavirus la situación laboral, al tener que cerrar muchos negocios, se ha puesto muy difícil, por lo que no es fácil encontrarlo. Sin embargo, trato de buscarlo cada día. Yo no me rindo. Tengo la esperanza de que alguien me llamará». Aunque pueda parecer que llame la atención, pues ver a alguien dormir en un coche aparcado en el mismo sitio, día sí y día también, durante más de dos meses, la debe llamar, a él le parece que no, «pues nadie me ha dicho nada al respecto. Claro que yo también procuro tener un buen comportamiento para que ningún vecino tenga quejas de mí. Y… pues creo que mi presencia aquí no molesta a nadie. De vez en cuando llega alguno de los que vive por aquí cerca y me ofrece agua fresca, o me pregunta cómo estoy o si necesito algo. Les doy las gracias y les digo que no, porque comida tengo y techo también… Aunque a mí me gustaría tener una habitación, pero, como le digo, el dinero que me queda de la paga de cada mes, con el que tengo, que me ha dejado mi padre, algo más de dos mil euros, no podría. O podría hasta que se me acabase, que tal y como están los alquileres sería en cuatro o cinco meses». Comenta también que por allí no ha pasado a preguntar ningún policía. «Ya le digo, procuro pasar lo más discretamente posible que puedo».

Ayuda

Nos cuenta que el abogado de oficio que le ha correspondido, a fin de aliviarle un poco su situación económica, «está haciendo todo lo posible para ayudarme, entre otras cosas para que concedan lo que se denomina Modificación de medidas… Aunque no sé si me las darán». Del divorcio no quiere hablar. Solo dice que «mi mujer me echó de casa y me tuve que ir con mi padre hasta que murió. Desde entonces, vivo en la calle al no poder pagar el alquiler de su casa».

Antonio, que se empeña en pagar los cortados, –«lo harás la próxima vez», le decimos–, nos deja el número de su móvil, 675 569 663, por si alguno de los lectores le quiere echar una mano, ya bien dándole un trabajo, o diciéndole dónde lo puede encontrar.

Por lo demás, y en cuanto al coronavirus, «me siento sano, sin problemas, tomando todas las precauciones –le hemos pedido que se quitara la mascarilla para las fotos, pero que conste que la lleva puesta siempre– y deseando como todo el mundo que esto pase y poder volver a la normalidad».

Antonio se queda en su coche, donde mientras solvente su situación, mejor que ahí no estará. «Desde luego, pero nunca pensé que viviría en un coche», nos dice a guisa de despedida.