Niquelao', en el lenguaje coloquial se dice cuando un trabajo ha quedado muy bien hecho. Y de niquelar sabe mucho Mariano Rodríguez, quien durante 51 años ha trabajado en la empresa familiar Talleres de Niquelados y Cobreados M. Rodríguez, situada en el número 49 de la calle Foners, en Palma.
Mariano, nacido en 1955, ha llegado a los ansiados, por una parte, 65 años y se jubila. «Tenía ganas, es cierto, pero también me da mucha pena que no siga nadie de la familia el negocio. Tengo dos hijas y ninguna continuará, por lo que cerraré».
Mariano tenía claro que iba a seguir los pasos de su abuelo Mariano, su padre Manuel y sus tíos Antonio y Mariano. «Acabé la escuela a los 14 años, y aunque mi padre prefería que no me metiera en el negocio, yo lo tenía muy claro desde bien pequeño, y eso que es un oficio bastante duro».
En este taller, dividido en la zona de la pulidora y en la de los baños con los tanques para recubrir la pieza del material que deseara el cliente –cobre, níquel, plata, cromo o dorado–, Mariano ha trabajado miles de piezas y reconoce sentir una satisfacción especial cuando «después de trabajar con la pulidora y luego dando el baño correspondiente y acabándola de limpiar se dejaba la pieza como nueva».
La clientela ha variado mucho a lo largo de los años. «Hasta hace veinte años las empresas eran nuestros mejores clientes, pero de ese tiempo hasta ahora estaban siendo los particulares, que nos han traído objetos como cubiertos, bandejas o candelabros para que se los limpiáramos».
Hoteles tan importantes como Son Vida o el Maricel eran clientes habituales. «Nos traían toda su cubertería de plata antes de que llegara el acero inoxidable». Esta nueva aleación se convirtió en su ‘enemigo' «aunque también trabajamos mucho con piezas de este material, como barandillas, o en componentes del mundo de la náutica, como los winches».
En los años de mayor esplendor de la empresa llegaron a ser catorce empleados en el taller, más un comercial. «Desde 1990 trabajaba con mi cuñado, pero se jubiló hace siete años y desde entonces he estado solo». Cuando se le pregunta si no ha necesitado ayuda en estos últimos años explica: «Me hubiera venido muy bien y han venido algunos chicos a probar, pero en cuanto veían que el oficio es duro y te vas a manchar mucho, lo dejaban». Una vez que cierre de forma definitiva, Mariano podrá dedicarse a sus aficiones, «el senderismo, la pesca y me gustaría hacer un curso de cocina, pero sobre todo disfrutar de mi familia».
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Es triste que se pierda un oficio, después se te pica un cromado y ya no hay nadie a quien acudir, al menos me alegro de que sea por jubilación, ahora a disfrutarla.