Fue una embajadora excepcional de Mallorca, sin pretenderlo, hoy lo es de Venecia, donde vive en una casa palacio impresionante con su marido Fabrizio Plessi, el inventor del videoarte, que estas Navidades está presente en la Piazza de san Marcos con un árbol de luz fabuloso, compuesto por un conjunto de pantallas rectangulares apiladas.
¿Cuántos años lleva al lado de Fabrizio Plessi?
– Llevamos juntos 33 años. Era una niña loca que se fascinó ante el hombre distinto, con una seguridad, inteligencia y visión del mundo, un estilo, una forma de vivir tan únicos que estoy segura de que el destino me lo puso delante para que cayéramos enamorados uno del otro al instante. En Venecia iba a ver un jardín gótico cerca de la facultad donde estudiaba que me gustaba mucho, y un día descubrí que él vivía ahí. Allí nos casamos y vivimos doce años hasta que nos mudamos a nuestra casa actual.
¿Cuándo vinisteis a Mallorca por primera vez juntos?
– En el verano de 1989, el año que expuso en el Palau Solleric. Mallorca era un lugar poco apetecible para personas como nosotros. Creíamos que era solo una isla para ingleses borrachos y vine con pocas ganas. Cuando aterrizamos y vi el Molinar caí enamorada, y cada día más. Entonces era un lugar para descubrir.
Ahora que ya no tiene casa aquí, aunque nos visitan a menudo…
– Cuando giras una página del libro de la vida no hay que mirar atrás. Espero no sentir nunca añoranza del pasado. En esa casa todo lo vivido y compartido fue maravilloso pero había que cambiar, cambiar marido o cambiar una parte de la vida, y opté por lo segundo porque mi marido todavía me gusta.
Lo hacéis en un momento en que mucha gente como vosotros viene a vivir a Mallorca, y muchos lo hacen para quedarse…
– Creo que siempre hay que planificar un poco el final de una actuación. Con la casa que reformamos marcamos un estilo muy peculiar que ha sido imitado en muchas otras casas. Es una casa muy Plessi, allí esta mi alma, en cada piedra, en cada árbol. Tardamos años y años en reformarla, en pensar cada detalle, en soñarla y mejorarla pero llega un momento en que hay que saber cerrar las cortinas y hacerlo sin dramas, pese a que me llevé un disgusto con el Ajuntament de Santanyí.
¿A qué se refiere?
– Fabrizio es uno de los grandes de esta época, todo lo que hace tiene un valor mundial que hay que respetar. No hablo de valor económico. Me molestó que el Ayuntamiento nos pidiera un proyecto para crear un museo Plessi en Mallorca, en Santanyí, que es nuestro pueblo. Fabrizio se entregó de lleno, siempre hace las cosas con pasión. El Ayuntamiento, cuando tuvo el proyecto, jamás dijo nada, no se portaron bien, no fueron serios. Eso duele. Me sentó mal porque Santanyí es un pueblo al que tengo un cariño enorme y estoy segura de que un museo allí con la obra de Fabrizio habría atraído a mucha gente.
En estos momentos la Plaza de San Marcos, en Venecia, está colonizada por la obra de Fabrizio...
– Colonizar no es una palabra que me guste mucho para definir esta intervención. Él ha sabido en un año tan tormentoso y negativo crear algo muy positivo para la ciudad, muy dinámico en un momento en el que no hay casi turistas. Cuando acabas un proyecto es porque has creído en él y has sido capaz de superar todas las adversidades. Hay que creer en las locuras porque la gente lo aprecia mucho. En un momento como el actual dar una luz tan poderosa, saber crear controversia incluso girando la página de la tradición, es algo muy positivo para todos.
Cambiar la tradición es algo difícil…
– No es copiar el pasado, no se trata de eso la tradición. Hay que hacer tuya la tradición, llevarla a tu corazón y darle una forma distinta para que siga viva. Italia, Francia, España viven en un legado artístico muy importante, no hay que despreciarlo, qué seriamos sin estar ligados a este pasado tan rico, pero somos hombres y mujeres del siglo XXI y tenemos que vivir con los instrumentos que este siglo nos da. Adaptar el pasado al futuro es el trabajo que tanto mi marido como yo hacemos cada día. Lo hemos hecho en nuestras casas, obras artísticas o en mi colección de bolsos artesanales tan vinculados a la tradición veneciana y elaborados con materiales antiguos.
Usted es madre, esposa y creadora...
– Es una bendición. No sabría separar mi vida de ninguna de estas facetas. He crecido gracias a mis hijos pero mi vida es un conjunto de creatividad y emoción. Cuando Fabrizio dibuja una línea en un trozo de papel para mi es una emoción profunda, igual que lo es mirar a los ojos de mis hijos. Todo es como la masa de la pizza italiana, en la que no es posible separar la harina del agua y de la levadura.
¿Cómo van sus bolsos?
– Muy bien, vendo mucho a través de Instagram ya que no pueden venir a casa. Es un gran escaparate. Desarrollo un proyecto social para mujeres maltratadas que viven en casas de acogida con sus hijos y que no tienen recursos. Les enseño un trabajo artesano como es hacer los bolsos que yo hago. Siempre me había preguntado qué sentido tenía hacer bolsos en un mundo donde hay millones de bolsos en venta, y ahora ya he encontrado el sentido a esa creación que tanto me satisface.
¿Cómo imagina el año 2021?
– Mágico. Con mucha luz para todos, de renacimiento, de volver a abrazarnos, de tener contacto físico, de poder ver las sonrisas de la gente. Lo hemos pasado muy mal todos pero hemos sido capaces de pararnos a pensar durante un año. Cada uno ha podido reflexionar hacia dónde quiere y cómo quiere vivir, y aunque se hayan perdido seres queridos hay que buscar la manera positiva de sobrevivir a todo esto.
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