«Creemos que acciones como la replantación o la limpieza de playas son muy positivas, pero solo son un parche. Debemos cambiar la tendencia desde la infancia, a través de la educación, y ellos se encargarán de trasladar a su entorno todo lo adquirido», expresó Toni Frau, director de la Associació Vellmarí, organizadora del campus junto a la empresa Life&Sea.
A primera hora de la mañana, los grumetes se reúnen en el Club Nàutic de S'Arenal, sede del campus, desde donde zarpa el barco en el que pasarán la mañana. Durante la jornada se combinan los talleres teóricos con las actividades prácticas. Su aprendizaje es paulatino: en primer lugar aprenden las técnicas de la apnea, que más adelante aplicarán en el snorkel o el buceo, dependiendo del campamento en el que participen. Aquellos que se apuntan al taller de buceo acaban con un título internacional.
Una vez la nave emprende rumbo a Sa Pesquera des Tinent, zona marítima situada frente a la costa de Son Verí y Cala Blava, los niños escuchan con atención a la oceanógrafa e instructora de buceo, Arantxa Catalán, quien les explica la composición y el funcionamiento del oído humano, así como las técnicas de compensación para sumergirse con seguridad. La más común es la maniobra Valsalva, que consiste en pinzar la nariz con los dedos y expirar suavemente, también por la nariz, hasta que se abren las trompas de Eustaquio.
Alcanzado su destino, los niños se dividen en grupos y realizan distintas actividades. Mientras unos practican la apnea bajo la supervisión de un monitor, los otros se divierten en una plataforma que se ata a la barca o practican snorkel.
«Los niños se familiarizan y disfrutan del mar, un megadesconocido para todo el mundo. Aprenden a desenvolverse en el medio acuático y conocen los problemas a los que se enfrenta. Nosotros tratamos de mostrarles la cara positiva, que con su esfuerzo pueden mejorar la situación», aseguró José Esteban, ambiéntologo e instructor de buceo que vigila a los niños durante sus primeras inmersiones. Como un verdadero explorador, cuaderno sumergible en mano, donde anota aquello que le llama la atención o realiza bocetos de las especies que identifica, enfundado en su traje de neopreno el joven Moritz Simmeth sale del agua entusiasmado: «Me encanta estar en el mar y aprender cosas nuevas. En casa tengo un par de acuarios que me encargo de mantener; esta afición surgió cuando de pequeño visité Palma Aquarium, que me fascinó».
Además de adquirir una mentalidad crítica entorno a los problemas ambientales del Mar Mediterráneo, en el campamento muchos niños identifican y desarrollan su vocación: «Me gusta mucho el mar, observar la fauna y flora de cerca; nadar entre la posidonia, ver los erizos y las estrellas, etc. De hecho, en el futuro quiero ser biólogo marino», declaró Tolo Fullana, de 13 años, quien ya participó el año pasado en los cursos de snorkel y buceo.
Otros, como Joel Rebassa, de 11 años, valoran todo el conocimiento adquirido durante su paso por el campus: «Me gusta mucho, no solo por la experiencia, sino por los conocimientos. De mayor quiero ser profesor y todavía queda mucho por aprender», aseguró el niño.
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