Los niños del CIDE lo pasaron en grande en el día de Halloween.

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La fiebre de Halloween es imparable. Aquellos que en su infancia recogían caramelos de puerta en puerta ya han crecido y, lo que era una tradición extraña y lejana, se ha convertido en un festejo propio. Algunos centros educativos se suman a la ola del terror con jornadas temáticas.

Los alumnos de Bachillerato de Sant Josep Obrer este viernes podían ir disfrazados a clase. «Es una fiesta moderna pero enraizada en la cultura juvenil. Es un día diferente y solidario. Los alumnos meriendan de cocas caseras cuyos beneficios irán dirigidos a Cáritas», explicó Xisco Font, jefe de estudios de Bachillerato de Sant Josep Obrer.

Palma, Discreto, Bergas
Anna María, Adrián Hernando, Shasha, Jose Vidal y Jaume Ribas.

De principio a fin, el pasillo que conduce al patio, decorado con telarañas, extremidades cercenadas y otros adornos, estaba repleto de tartas y pasteles. Tantas eran que algunos incluso compraban el desayuno del sábado. En cuanto a los disfraces, eran más los que decidieron ir con su atuendo habitual, aunque otros se valieron de la ocasión «para sacar nuestras mejores galas. La vida es una, nos queda un curso y toca disfrutar», comentó Jose Vidal, disfrazado de macabro payaso.

Brujas, katrinas, vampiros y esqueletos no faltaron a la cita.

Por otro lado, en el CIDE los alumnos de Infantil, y primero y segundo de Primaria también fueron disfrazados. Durante las sesiones de inglés de las últimas semanas han trabajado la festividad típica de los países anglosajones. Por grupos, ayer tenían que salir de clase, picar a la puerta y cantar la canción en inglés. Si lo hacían bien, la profesora de la clase sacaba de su calabaza mágica un regalo para cada uno.