Un equipo internacional de científicos ha confirmado por primera vez la existencia de aguas subterráneas bajo una corriente de hielo antártica, algo que se sospechaba pero que hasta ahora no se había podido comprobar. El estudio proporciona información sobre los sedimentos bajo el hielo antártico, una parte inaccesible que hasta ahora no se ha explorado y que ayudará a los científicos a entender mejor cómo funciona el continente helado y cómo cambia en respuesta al clima. La investigación, publicada este jueves en la revista Science, ha sido liderada por científicos del Scripps Oceanograph y del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia.
«Las corrientes de hielo son importantes porque canalizan alrededor del 90 por ciento del hielo de la Antártida desde el interior hacia los márgenes», explica Chloe Gustafson, investigadora posdoctoral del Instituto de Oceanografía Scripps de la Universidad de California en San Diego. Y las aguas subterráneas que hay bajo estas corrientes de hielo «pueden afectar a su flujo y, por tanto, influir en el transporte del hielo fuera del continente antártico», matiza la investigadora. Para hacer el estudio, los investigadores usaron un método geofísico electromagnético (EM) que utiliza las variaciones de los campos eléctricos y magnéticos de la tierra para medir la resistividad del suelo (algo así como escanear al suelo para ver cómo se comporta al paso de las ondas).
Este estudio ha sido la primera vez en que se ha usado este método para buscar aguas subterráneas bajo una corriente de hielo glacial. Gustafson y sus colegas recogieron datos de la corriente de hielo de Whillans, que tiene unos 800 metros de espesor y cien kilómetros de ancho y alimenta la plataforma de hielo de Ross, la mayor del mundo. Esos datos complementaron la información anterior de zonas más profundas y superficiales. «Hemos obtenido imágenes desde el lecho de hielo hasta unos cinco kilómetros e incluso a mayor profundidad», explica Kerry Key, investigador de la Universidad de Columbia y exalumno de Scripps Oceanography. Tras el éxito de esta técnica demostrado en la investigación, Gustafson cree que es hora de que «la gente empiece a considerar el electromagnetismo como parte del conjunto de herramientas geofísicas estándar de la Antártida».
Las señales magnetotelúricas, recogidas de forma pasiva y generadas de forma natural para medir las variaciones de la resistividad eléctrica, dieron a los investigadores información sobre las características de las aguas subterráneas, «dado que el agua dulce se muestra de forma muy diferente en nuestras imágenes que el agua salada», apunta Gustafson. En una segunda parte de la investigación, las mediciones EM se complementaron con los datos de las imágenes sísmicas recogidas por Paul Winberry, de la Universidad Central de Washington, coautor del estudio. Este análisis demostró que, según la ubicación, una gruesa capa de sedimentos se extiende por debajo de la base del hielo desde medio kilómetro hasta casi dos kilómetros antes de llegar al lecho rocoso. También confirmaron que los sedimentos están cargados de agua líquida hasta el fondo. Según sus cálculos, si se extrajera toda, formaría un lago de entre 220 y 820 metros de profundidad. Si se usa como referencia el Empire State Building, con 420 metros de alto, «en el extremo menos profundo, el agua llegaría a la mitad del edificio, y en el extremo más profundo, equivaldría a casi dos Empire State, uno sobre el otro, lo cual es significativo porque los lagos subglaciales de esta zona tienen entre dos y 15 metros de profundidad», destaca Gustafson.
El equipo solo tomó imágenes de una corriente de hielo, pero «probablemente haya agua subterránea debajo de más corrientes de hielo antártico», apuntan. Además, los autores creen que es posible que existan aguas subterráneas en condiciones similares en otros planetas o lunas que liberan calor de su interior y que están cubiertos de hielo. La existencia de aguas subterráneas subglaciales también tiene implicaciones sobre el carbono almacenado por las comunidades de microbios adaptados al agua marina y que podrían liberar unas «cantidades significativas» de este gas que hasta ahora no se habían considerado. «Este estudio es solo un comienzo para abordar todas estas cuestiones. Es la confirmación de que las aguas subterráneas profundas tienen una dinámica que ha transformado nuestra comprensión del comportamiento de las corrientes de hielo, y que obligará a modificar los modelos de aguas subglaciales».
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.