Con voz silenciosa, la madera le habla a quien es capaz de escucharla con los cinco sentidos. Cuando Llucia Magraner (1979) acabó de estudiar modelismo y maquetismo en la antigua Escola d'Arts i Oficis se mudó a Barcelona, con solo 21 años, donde aprendió a trabajar la madera en el pequeño taller del maquetista Juan Pablo Marín, «me recibió como un maestro acogía antaño a un aprendiz». Tras pasar una década en el taller, que acabó dirigiendo, decidió volver a la Isla y, unos años después, se instruyó en joyería artística en la Escola d'Art i Superior de Disseny de les Illes Balears.
Ahora, en su taller de Sóller y bajo la marca Xia, confecciona joyas con la madera del olivo como protagonista y la plata reciclada como su estructura. «No tenía intención de ser joyera, nunca he llevado alhajas, en un taller con máquinas no se puede. Sabía trabajar con plástico, madera y espuma, pero me faltaba dominar el metal. Mi intención era llevar ese aprendizaje al maquetismo, pero acabó gustándome la joyería. Además, ambos oficios guardan aspectos en común: se requiere una gran precisión, visión espacial, detallismo y habilidad manual», afirma la artesana que, aunque se sienta más maquetista que joyera, esta nueva aventura le permite continuar con lo que le apasiona. «Trabajar madera es inspirador. Su dibujo, olor o textura, diferentes en cada fuste, resultan muy agradables. Aunque la madera no tiene vida siempre cuenta una historia distinta».
La confección de cada joya sigue un minucioso proceso artesanal, «por impecable que sea el resultado, un objeto artesanal siempre tendrá alguna pequeña imperfección. Transmite una calidez que se percibe, aunque sea de forma inconsciente», dice Llucia, cuya materia prima proviene de la poda de los olivos de Ca'n Burdils, la finca familiar. «La idea surgió al acompañar a mi padre a podar los olivos. Al taller, la madera llega en forma de tronco y, cuando la cortamos en trozos pequeños, ya lleva un año de secado», explica Llucia quien, una vez logra la forma deseada, lija cada pieza con papel de cristal de distintos gramajes, «hasta que brille como un espejo». Después, aplica aceite de linaza, que impermeabiliza, abrillanta y protege a las joyas.
En su carrera, como maquetista y joyera, la artesana ha trabajado con todo tipo de maderas, pero afirma que la del olivo es especial. «Aunque todas las maderas tienen su propia esencia, comparadas al olivo, son más neutras. En el olivo, cada trozo de madera es diferente», explica Llucia, que incluso adapta su proceso creativo. «Antes, la madera se adaptaba al diseño de la joya. Con la del olivo es distinto. No existe un diseño preestablecido. Su dibujo y textura son tan agresivos que te indican por donde tirar. Se establece una especie de diálogo».
Técnica
Algo curioso es que la artesana conserva la maquinaria que utilizaba en su etapa de maquetista. «Utilizo las mismas máquinas desde hace veinte años. Entablas una relación, que no deja de ser extraña, porque al final son máquinas. Mi maestro ya lo decía, es como la relación que tienes con un coche que has conducido muchos años, conoces cada sonido y sabes hasta dónde forzar». Si la madera de olivo es el alma de las joyas de Xia, el cuerpo tiene forma de estructura de plata reciclada.
«Compro la plata en hilos o planchas. Con el metal sí que hay un diseño previo, que depende de la madera. Se le aplica calor, se introduce en un ácido y, más tarde, se le da la forma deseada», explica Llucia, que todavía está en proceso de dominar la técnica. «Lo que más me cuesta son los acabados. La plata de Ley, que siempre está mezclada con el cobre, no es fácil de trabajar. En ocasiones, cuando acabas de pulirla surgen reflejos azules, el cobre en la superficie. Mi maestro de joyería fue Damià Mulet y le estoy muy agradecida, siempre me ayuda cuando lo necesito. La joyería es un mundo en el que no dejas de aprender», concluye.
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