Durante años se consideró que Lucy era un antepasado directo del «homo sapiens», hasta que, otros descubrimientos llevaron a pensar al propio Coppens que se trataba de otra especie, el Austrolopithecus Afarensis. Este hallazgo fue mundialmente reconocido y marcó un antes y un después en los conocimientos actuales sobre la prehistoria y la paleontología. El descubrimiento de Lucy fue especialmente importante porque sus huesos mostraban señales de ser bípeda, es decir, de mantenerse erguida y andar sobre dos extremidades, una de las características definitorias en el desarrollo de los seres humanos. Coppens fue también profesor emérito en el Collège de France, una de las instituciones educativas y de investigación más prestigiosas del mundo.
El paleontólogo participó en excavaciones en diversos países del mundo, como en Túnez, Argelia y Etiopía, y publicó a lo largo de su vida numerosos libros relatando sus descubrimientos. Coppens, que también se dedicó a la docencia y a la investigación de las raíces de los seres humanos, estuvo fascinado por la historia, especialmente la prehistoria, desde una edad temprana, cuando ya mostró su pasión por las excavaciones. Una dedicación que le llevó a muchos rincones del planeta y que le convirtió en un rostro popular en Francia, donde su barba y bigote blancos aparecían en medios de comunicación para divulgar sus hallazgos. Colaborador de dos presidentes, Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, que apelaron a su sabiduría durante sus mandatos, Coppens presidió varias instituciones científicas en el país y publicó un millar de artículos. «Tenemos un origen único: todos somos africanos de origen, nacidos hace tres millones de años, y eso debería animarnos a la hermandad», sentenció.
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