Pere me advirtió días antes: «Tú no sabes lo que esto, no vamos a tener piernas para llegar a la redacción». Tiene mucha experiencia, es su quinta vez; yo debuto, y porque el Mallorca se salvó del descenso de milagro; una promesa que hizo todo mi grupo de clase, pero de 12 hemos ido tres. Queremos completar el Lluc a Peu, ¿lo conseguiremos? La noche pinta de fábula, solo llevamos media hora y empezamos a discutir sobre la distancia recorrida. «Son 800 metros te digo, la experiencia es un grado», me rebate Pere cuando le aseguro que hemos caminado tres kilómetros, y Damián, nuestro compañero de aventuras, me da la razón tras mirar Google Maps. Perseguimos al grupo con mejor gusto musical, al que agradecemos la energía que nos da con su altavoz durante el primer tramo de la noche.
Pere decide acelerar y nos deja atrás a Damián y a mí cuando ni hemos llegado al primer punto de avituallamiento. Nosotros nos quedamos de charla mientras él se convierte en un lobo solitario por el norte de la Isla. Entre Santa Maria y Binissalem encontramos a personajes que nos alegran la noche, como un hombre vestido de la legión, descalzo y con una bombona de butano en las espaldas. Pere empieza el confuso camino para llegar a Selva. «Cuidado con los carteles, las distancias están mal», me advierte por teléfono.
Una vez llegó a Lloseta me doy cuenta de que mi camino acaba aquí, aunque la voluntaria no opina lo mismo, porque debo llegar hasta Selva para que el bus me lleve a mi casa. La música y las risas dan paso a un silencio de hielo que se empieza a apoderar de las calles y de mi espíritu. Por su parte, Pere está en la montaña, donde el fantasma de una «pájara» amenaza con acabar con su viaje, hasta que se topa con un grupo de adolescentes. Mi compañero les guardará siempre un gran cariño; le regalan dos plátanos y un alfajor, con los cuales consigue la energía para llegar con sus últimas fuerzas a Lluc. Por cierto, mucho ánimo para el chico que me ha prometido hacer el recorrido descalzo si es campeón del mundo de Fortnite. Se lo merece por amenizar mis últimos pasos hacia Selva.
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