Tras dos años de parón a causa de la pandemia, la batalla de agua entre los bandos nobiliarios de Canamunt y Canavall volvió con más fuerza que nunca. | Pere Bergas

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Tras dos años de tregua forzosa, los bandos nobiliarios de Canamunt y Canavall abrieron viejas heridas, convocaron a más bandoleros que nunca y reanudaron las hostilidades. La  plaza Joan Carles I, frente al Passeig des Born, se convirtió este domingo en un húmedo campo de batalla, donde ambas facciones, armadas hasta los dientes y con 27.000 litros de agua como munición, se enfrentaron en la ‘Batalla de Banderies’, organizada por el Orgull Llonguet desde 2015 y que rememora los hechos acaecidos entre los bandos en el siglo XVII.

Antes del choque en la nueva ubicación de esta fiesta popular, dado que el Parc de la Mar acogió este fin de semana el Van Van Market, a las 16 horas cada bando se reunió en un plaza de Ciutat; Canamunt, vestidos de rojo, instaló su base en Sant Jeroni, y Canavall, de amarillo, en Drassanes. No hubo camino para la paz.

Para calentar motores, los bandoleros comenzaron a cargar sus pistolas de agua en las fuentes de las plazas y no tardaron en perder la paciencia. Hechizados por el espíritu festivo y el constante y verbenero hilo musical de las batucadas Deixonats y Tambors per la Pau, no dudaron en abrir fuego amigo. Media hora más tarde, con sus todos sus miembros bien mojados, los grupos se dirigieron al frente de batalla en un sonoro pasacalles, que atrajo las miradas de los turistas; no tuvieron más remedio que aceptar con una son risa los húmedos disparos de los beligerantes.

La gran batalla: Canamunt y Canavall

Poco después de las 17 horas, rojos y amarillos se encontraron frente a frente. Antes de que comenzase la batalla, el juez Jaume Joan de Berga i de Sales hizo todo lo posible por mediar entre bandos: «He vengut a evitar aquesta batalla, hi ha una gentada i no acabarà bé», dijo el jurista. Pero los bandoleros hicieron oídos sordos a sus recomendaciones y de este modo arrancó la contienda.

Con la fuente y los parterres de la plaza cercados, las terrazas del Bar Bosch, McDonalds y Capuccino cerradas a petición del consistorio y la música del grupo Txaranga Final Feliç como banda sonora, litros de agua corrieron en la zona. Equipados con pistolas y pulverizadores de agua de todos los tamaños, fumigadoras de espalda e incluso cubos y garrafas, los contrincantes no dejaron a nadie seco. Unos se movían de un lado a otro, casi pidiendo ser alcanzados; otros escogían la retaguardia y disparaban a traición; alguno seguía los consejos de Sun Tzu en El Arte de la Guerra -«Todo arte de la guerra se basa en el engaño»- y se cambiaban de camiseta cuando veían complicada la situación en su bando y, los más pequeños, como jinetes númidas, se subían a lomos de sus padres y    descargaban chorros a diestro y siniestro. A las 18.30 horas se agotó la munición y los combatientes continuaron de fiesta con la música de la DJ PDBurbaia. El festejo se cerrará este lunes con el Enterro d’en Berga, un pasacalles a las 20 horas desde la calle Pere Nolasc hasta la plaza Santa Eulàlia. Se debe ir con un cirio y vestidos de luto.