El espacio municipal Sa Quintana, en Sineu, hace las veces de carpa de circo para acoger los cursos regulares de la Escuela de Circo Noar. Así, este antiguo y venerable edificio se llena de acróbatas, malabaristas, equilibristas y trapecistas desde los 4 años hasta la edad adulta, que vienen a formarse en el fascinante arte del más difícil todavía. Fundada hace una década por la artista circense brasileña Carla Fontes, la escuela, cuyo nombre en portugués significa ‘en el aire', cuenta con cerca de cuarenta alumnos de un perfil muy variado, entre niños, adolescentes y adultos, que se forman en disciplinas como la acrobacia de suelo, la acrobacia aérea, el trapecio, las telas, el aro, los malabares y el equilibrio.
«Los niños y adolescentes aprenden al principio las diversas y variadas disciplinas que ofrece el circo, y con el tiempo cada uno se va especializando en la o las que más se ajustan a sus capacidades, habilidades y gustos», explica Fontes, quien destaca que «el circo tiene más de arte que de deporte, aunque la parte física sea fundamental. Así, hay alumnos que quizás no tienen fuerza suficiente para ser acróbatas, pero sí son muy hábiles con los malabares, por ejemplo. Todos sirven para una cosa o la otra, y se trata de incentivarles en la dirección más adecuada para cada uno. Sea como sea, el circo está emparentado con el teatro, la danza y el resto de artes escénicas. En el fondo, se trata de hacer soñar al espectador».
Trabajo en equipo
Por otro lado, Fontes incide en «la importancia de la vertiente social en el circo. Se aprende a trabajar en equipo y a valorar el espíritu y la solidaridad de grupo. Hay disciplinas y ejercicios que conllevan un cierto riesgo, así que los alumnos, desde pequeños, aprenden a cuidarse y protegerse los unos a los otros. Además, muchos números son en pareja o en grupo, y es fundamental la coordinación y el sentido de equipo para poderlos llevar a cabo. Son valores muy valiosos que en el circo se aprenden a fuego».
La parte lúdica tiene una importancia capital en el aprendizaje de este tipo de técnicas, «los alumnos lo pasan muy bien y crean sólidas amistades, sobre todo los más pequeños», añade. Es el caso de Joan Julià, Toni Galmés y Marta Piredda, tres de sus alumnos más avanzados, que ya son semiprofesionales. Y es que una década de clases da para mucho. Los tres comenzaron a los 12 años y ahora son adultos. Con ellos, Fontes ha viajado a dos ediciones del Festival de Circo Joven de la Federación de Escuelas de Circo Socioeducativo y ahora está preparando un espectáculo que se estrenará en la próxima edición del Festival Circaire.
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