El pasado domingo fue el Día Internacional del Migrante.Así que, ¿quién mejor para que nos hable de la migración que un inmigrante? De ahí que nos pusiéramos en contacto con Ariel Felipe Echevarría Oviedo, ecuatoriano, con 15 años de residencia en la Isla, presidente de la Asociación Cultural Ecuatoriana. Es psicólogo, aunque no ejerce, pues aquí no le han convalidado los estudios, por lo que se tiene que ganar la vida en temporada turística como cocinero en un hotel, o a través de la pintura –sus últimos trabajos los presentó en la pasada Nit de l'Art, en el Passeig del Born– y la música, «antes de la pandemia tocaba con un grupo que se deshizo a raíz de esta».
Mallorca: 176 nacionalidades
Abordando el tema de la migración, Ariel señala que «es un fenómeno que tiene grandes repercusiones, tanto para las personas que migran, las ciudades de las cuales salen y a las cuales llegan, como también lo es para los habitantes de las ciudades que los acogen». Por todo ello, añade, que «Palma es un sitio donde se puede evidenciar fácilmente este tema debido a la gran cantidad de turistas e inmigrantes que llegan. Y si nos centramos solo en la inmigración, vemos que actualmente la Isla cuenta con personas de 176 nacionalidades diferentes, lo que representa cerca del 30 % de la población, lo cual se traduce en que en las calles y plazas de la Isla se escuchen diferentes idiomas, y ver aflorar distintos estilos de vida, así como una gran variedad de expresiones culturales que provienen de diversas partes del mundo».
El duelo del inmigrante
La conversación la mantenemos sentados en la terraza de un bar, en plena caída de la tarde, cuando las sombras van ocupando el espacio que está dejando la luz camino de su ocaso. «Una de las principales problemáticas psicosociales que se puede apreciar –sigue hablando Ariel–, es que los inmigrantes deben pasar por un proceso de duelo debido a la separación de su ciudad natal y a lo que se encuentra en la que les acoge, razón por la que el proceso de adaptación se vuelve un poco más complicado. Pero, una vez que se adapta, puede surgir la necesidad, que es muy humana, del reencuentro con sus raíces a través de sus propias expresiones culturales.
Y no solo esto, sino que en la búsqueda de estas raíces, el inmigrante también desea compartir su cultura. Pero si en este proceso el inmigrante se encuentra con muchas dificultades, cosa que suele suceder, puede que lo interprete como una imposición cultural. Por otra parte, y en el caso de que se favorezcan en gran medida estas expresiones culturales de colectivos inmigrantes, las personas autóctonas también pueden percibirlo como una imposición cultural debido a la falta de visibilización de expresiones culturales locales. Y esto puede que haya sido un desafío a las instituciones públicas de la Isla, al haber tenido que adaptarse para responder a las necesidades estos diferentes colectivos que han pasado a formar parte de su ciudadanía».
Y en cuanto a soluciones a estos problemas, apunta una, para él muy simple: «Dejar de ver la cultura del inmigrante como una competencia y empezar a cooperar. ¿Cómo? Pues aprovechando que Mallorca es cuna del turismo, mostrar la Isla como un espacio pluricultural, en el que se fomenten expresiones culturales, tanto propias como extranjeras, y que esta práctica llegue a fomentar un nuevo estilo de turismo basado en la riqueza pluricultural de la Isla».
Ariel considera que los casals podrían ser los lugares apropiados para conseguir que las culturas que llegan se coordinen con la de aquí. ¿Cómo? «Pues, por ejemplo, animando a que un inmigrante forme parte de una colla de dimonis, o que aprenda ball de bot, y viceversa, que un mallorquín se integre en cualquier grupo folklórico que traiga la migración».
Además de los casals de barri, Ariel aconsejaría a los inmigrantes recién llegados, más que nada para orientarse, que se pongan en contacto con asociaciones de inmigrantes, o con entidades como Médicos del Mundo o Cruz Roja, donde les guiarán, sobre todo en cuestiones como legalizar su situación, que en los tiempos actuales, dado lo que se tarda en obtener los papeles para la legalización, supone un gran inconveniente, pues no es lo mismo migrar y legalizarse en el país al que va, que vivir un año o dos sin papeles». Precisamente ayer tuvo lugar en la sede de la ONCE un festival muy especial para celebrar el Día internacional del Migrante, con actuaciones de grupos de diferentes países.
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