Dani Rodríguez con Ana Aguirre, que luce con orgullo la camiseta dedicada.

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La historia que os quiero contar hoy tiene que ver con el amor y la solidaridad. El amor del hermano hacía la hermana y la solidaridad del amigo del hermano hacia la hermana de este. Ella es Ana Aguirre, hermana de nuestro compañero y amigo Julián Aguirre. Es enfermera de Son Llàtzer y persona muy querida. Como otros compañeros suyos, Ana vivió la COVID desde todos los frentes. Cada día, puntualmente, estaba en su puesto de trabajo. Como hacía antes y como ha hecho hasta hace poco.

Como Ana es mallorquinista hasta la médula, los domingos que estaba fuera de servicio, se iba sola a ver el partido enfundada en la camiseta bermellona y con la bufanda rodeándole el cuello y…¡Visca el Mallorca…! Pero todo esto, de repente, se truncó.

Hace un par de meses le diagnosticaron cáncer de mama. Desde entonces no ha parado de luchar contra esta enfermedad, días con más ímpetu que otros, días con la moral más alta que otros. Y es que, como bien dijo –mejor, casi gritó–, a nada que supo lo que tenía, «quiero vivir», está volcada en ello, plantándole cara al mal, con el apoyo absoluto de su familia. Sí, tiene la cabeza rapada… ¿Pero, y qué? Es una consecuencia del mal que padece, contra el que lucha incansablemente, como una guerrera.

Hace unos días, tomándonos un café con Julián, cosa que solemos hacer siempre y cuando no se le cruce un famoso en su vida, le pregunté por Ana. ¿Cómo sigue…? «Tiene días mejores que otros. Pero cualquier cosa bonita que le ocurra, por sencilla que sea, la anima muchísimo», me contestó. Entonces fue cuando me contó la historia de la hermana y el hermano, y el amigo del hermano.

Un deseo

«El otro día me dijo que le gustaría tener una camiseta del Mallorca. De las nuevas, de las de este año. Es para ponérmela –me dijo– cuando lo den por la tele, o los días que esté mejor, y pueda volver a Son Moix». A Julián le pareció muy bien lo de la camiseta, y más sabiendo que a ella le hacía mucha ilusión. «Entonces me acordé del jugador mallorquinista Dani Rodríguez, a quien conozco, como conozco también a su mujer. ¿Y si le llamo y le cuento, y encima le damos una sorpresa…?».

Dando un frenazo camino de la tienda del Real Mallorca, llamó a Dani, le contó lo de la camiseta y al jugador le pareció muy buena la idea. «Es más –añadió Julián–, me propuso llevársela él personalmente a casa: ‘E iré con mi mujer' –añadió–. Pues cuando los vea, Ana va a flipar que no veas, pensé yo».

La sorpresa

Quedaron para el día siguiente a una hora que fuera bien para todos. «Como quedamos en casa, llamé a Ana diciéndole que pasaría a buscarla para comer juntos con mi mujer. Al principio me dijo que no se encontraba muy bien, que se sentía algo cansada… ‘Venga, ¡anímate!, te paso a buscar, comemos y pasamos la tarde juntos', le dije, y… Pues que pasé a buscarla, comimos, charlamos, nos contó cómo se encontraba y… ¡Ding, dong! Suena el timbre de la puerta, abro y ahí estaban Dani y su mujer. Cuando entraron en el comedor, y los vio Ana, no tengo palabra para describir, primero, la sorpresa que se llevó al verlos allí, y segundo, la emoción que brotó de sus ojos al ver que le entregaban la camiseta del Mallorca. ‘¿No querías una camiseta…?' –le dijo Dani, dándole un abrazo– ¡Pues ahí la tienes!'.

Ana no sabía qué decir: miraba la camiseta, luego nos miraba a nosotros, y en una de estas al darle la vuelta ve que está personalizada, que no lleva ningún nombre de ningún jugador, ni siquiera el de Dani…. Sino que en la espalda ponía ‘Para mi guerrera...'». Julián, que no puede evitar emocionarse al recordar el momento, prosigue contando lo que falta para el final de esta historia. «Sí, porque si faltaba algo, Dani lo resolvió en medio minuto. Con un bolígrafo y, por debajo de ‘Para mi guerrera', le escribió una dedicatoria: ‘Para Ana con cariño de tu guerrero Dani Rodríguez'».

Pero es que la cosa no termina ahí, ya que hubo otra promesa del jugador a Ana: «Estate atenta porque cuando marque un gol, miraré a tu asiento y te lo dedicaré tocándome la cabeza!». Y es que hay historias que parecen sacadas de un cuento, cuando realmente son verdaderas. Como que seguro que para Ana habrá sido un gran revulsivo.