Sara Bohigas y Luis Venegas forman la compañía Troupe. | M. À. Cañellas

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Aunque algunos lo consideran un género menor, el clown es un camino aleccionador por el que han transitado actores, bailarines y cantantes; también personas anónimas con ganas de desarrollarse. Sus recursos se reflejan en la tradición del circo, pero también en el cine mudo, el delirio de los dibujos animados e incluso en la comicidad de los irrepetibles Monty Python. Pero si un personaje ha sido clave en su crecimiento, ése fue Jacques Lecoq, actor y pedagogo conocido por sus avances en el desarrollo del teatro físico. La técnica del francés apuesta por dar preponderancia a la gestualidad corporal sobre la expresión verbal.

De ese fino hilo tiran en la escuela de teatro, movimiento y creación Troupe, un vehículo impulsado por Sara Bohigas y Luis Venegas, donde inculcan la sabiduría del ‘método Lecoq’ a niños, jóvenes y adultos. La edad no es un problema, «hasta vienen madres con sus niños pequeños para que aprendan gestualidad», detalla Venegas, con quien departimos amistosamente sobre el contenido de las clases que darán comienzo el próximo mes de febrero, extendiéndose hasta inicios de verano, en junio. Lo hacemos bajo la atenta mirada de Marlon Brando, Woody Allen, Jack Nicholson, Robert de Niro y otros astros de carisma torrencial que penden de las paredes de uno de los espacios polivantes de la sala Delirious, ubicada en el corazón de Palma, lugar donde se impartirán las clases.

Chileno de nacimiento, Luis vivió unos años en Suiza. Asentado en la capital del queso, el chocolate y los relojes onerosos, vino a la Isla a pasar unos días y, como en aquella película de Federico Luppi, supo que había encontrado su ‘lugar en el mundo’. Aquí se alistó en un taller de payaso en la desaparecida Sa Botiga de Buffon’s, donde conoció a la que es su media naranja, Sara, y juntos entendieron que «en Mallorca había un déficit cultural de comedia, en el buen sentido de la palabra, del método Lecoq».

Tras impartir con éxito diferentes talleres escénicos acometieron el proyecto Troupe, «dando clases de teatro físico inspiradas en el maestro francés. Sara se encarga de los niños y yo de los jóvenes y adultos». Luis compatibiliza su labor docente con el trabajo en Sonrisa Médica, donde se desempeña como payaso de hospital, en lo que tilda como «una experiencia enriquecedora», de esas que, como decía Buñuel ‘queman y alimentan al mismo tiempo’. Se apasiona al desgranar su metodología de trabajo, y cada vez que cita a Lecoq se le ilumina la mirada. Afirma sin ambages que este método es sumamente eficiente a la hora de formar a futuros actores, a conectar con su parte más esencial, más genuina, y a partir de este conocimiento ser capaces de conectar también con un público deseoso de sentir, de emocionarse y de empatizar con los personajes teatrales.

De su escuela ya «han salido cinco actores que se están ganando la vida en la profesión». Reconoce que prefiere enseñar que ejercer, aunque de tanto en cuando se sube a un escenario para dar de comer al animal escénico que lleva dentro. «En marzo estrenamos espectáculo en el Teatre Principal», avisa. El payaso es una imagen de múltiples caras... zancos, acrobacias, malabares... pero a Luis la que le interesa es el clown. Una figura que pertenece al circo pero que viene marcada por un relieve más profundo, además de contar con un vestuario, maquillaje y tipo de humor muy diferentes. Si el payaso encarna el arquetipo del ridículo universal, con su enternecedora torpeza, el clown, si bien puede sumar estas cosas, se aboca sobre todo a sus propios vacíos, obsesiones y deseos, «se trata de reírse de todo esto y a partir de ahí comenzar a jugar y a componer».