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«En la la Piazza del Popolo todo había desaparecido, patíbulo, verdugos y víctimas, no quedaba más que el pueblo azorado, alegre y bullicioso. [...] En vez de ese espectáculo de muerte, sombrío y silencioso, la plaza presentaba el aspecto de una orgía loca y bulliciosa», de esta manera describía Alejandro Dumas el Carnaval en Roma, en El Conde de Montecristo. Se acercan días de antifaces y disfraces, de vivir vidas impropias en otra piel; pocos saben más de todo ello que Mariluz Estévez. De oficio, Mariluz es telefonista de emergencias o entidades bancarias, pero nunca dejó de lado su pasión: estudió Diseño de moda en la antigua academia Blau, durante más de una década realizó muñecas de trapo, «como las de nuestras abuelas», ha trabajado como restauradora en la tienda de segunda mano La Gran Oportunidad y, desde 2019, confecciona toda clase de disfraces.

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«Disfrazarse es como bucear: si llevas un traje de otra época, y te lo crees, olvidas todos tus problemas. ‘Ahora no me lo quitaría' era la frase que más repetían las personas que alquilaban nuestros disfraces», explica la diseñadora, que emprendió, antes de la pandemia, una empresa de alquiler de disfraces con su hermana, María José, bajo la firma Menines Fiestas Encantadas.
Dada la incerteza de aquellos tiempos, las hermanas dejaron en pausa la empresa, que pretenden reemprender de cara al próximo otoño. «Lo teníamos todo a punto y habíamos hecho buenos contactos. Nos pedían uniformes para el personal de parques temáticos, para un drag queen...». Ahora bien, durante este tiempo no ha parado de confeccionar disfraces: «Si voy a tope, en dos semanas puedo tener un disfraz acabado. Depende de las florituras. Eso sí, para mi la ropa histórica es mucho más interesante que la actual. Hace poco encontré unos libros de patrones de corsés maravillosos. En esas estoy ahora», expresa Mariluz, que además de los típicos conjuntos de piratas, caballeros medievales, superheroínas, o guerreros vikingos confecciona vestimentas de época, del período Rococó en adelante.

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En sus disfraces, Mariluz utiliza algodón, piel sintética, satén y brocados, «telas de una calidad superior al rasete que suele utilizarse en estos casos», sostiene Estévez, quien con aguja, hilo, máquina doméstica Bernina y remalladora, obra milagros propios de cuentos de hadas.
El alquiler de disfraces es complejo. «Cada puntada de los vestidos está controlada y anotada. Al alquilarlos, los disfraces se pueden enganchar, quemar con el tabaco o pasar por un sinfín de situaciones. Por eso tengo un kit de emergencia para cada vestido, con reposiciones de telas; la rotación en el mercado es muy rápida y luego no las encuentras», afirma la diseñadora, que se muestra optimista con la vuelta de Menines: «Esto no ha acabado. No es que dejasen de contactar con nosotros, es que toda la actividad se paralizó. El alquiler de disfraces tiene mil posibilidades, y en la Isla se hacen muchas cosas de las que no nos enteramos».