Del libro ha trascendido –le decimos– que va, una parte, de ficción-realidad, otra, de realidad, y otra, de metaverso y realidad. También ha trascendido que una de las personas que lo escribe es Patricia Chinchilla, que es quien cuenta una historia ficticia, pero tan real que podría estar ocurriendo ahora mismo en cualquier barrio de Palma, y que Joaquín, a esa historia, más la que escribe la persona que no se sabe quién es, la traslada al metaverso. Le hemos preguntado a Patricia y no suelta prenda, ni de lo que va su parte del libro, ni de esa persona. Solo dice que será una sorpresa. Por eso le preguntamos a Joaquín, pensando que quizás tengamos más suerte.
Joaquín sonríe. Da la impresión de que se refugia en la sonrisa buscando una respuesta parecida a «a ver qué le cuento yo a este tío, y que encima se lo crea…». «No puedo decirte el nombre del tercero –responde no muy convencido de que le vamos a creer–. En el equipo –carraspea– hemos marcado una ruta de trabajo y no puedo saltármela. Entiéndelo… Sin embargo, lo importante es que se trata de un proyecto muy interesante para los tres».
¿Comprenderías que puedo suponer que esa tercera persona pudiera ser tu hermano, Domingo?
—Lo comprendo, amigo. Domingo tiene muchísimos proyectos en marcha, pero te puedo asegurar que este, concretamente, no es ninguno de ellos.
Os conozco bien a los dos, pero nunca hemos tenido tiempo para charlar sobre vuestra relación. Por eso, ¿te importaría contarme algo al respecto, sobre cómo os lleváis…?
—Podría hablar sobre mi relación con Domingo todo el día –se revuelve un poco sobre la silla buscando un mejor acomodo–. Luego nos mira fijamente, y… ¿Qué te interesa saber exactamente?
¿Os lleváis bien?
—Por supuesto que nos llevamos, no bien, sino muy bien. Además, hablamos casi todos los días. Intercambiamos impresiones sobre los proyectos que tenemos en marcha. Disfruto mucho enviándole largos análisis y meditadas reflexiones sobre cualquier aspecto de su trabajo del que me hace partícipe. A cambio, recibo consejos excepcionales que sólo alguien de su experiencia puede ofrecer. Me asombra lo certeros que son sus diagnósticos a largo plazo. Sigo a pies juntillas sus instrucciones. Siempre.
Os dedicáis a lo mismo, entre otras cosas porque ambos sois artistas a tiempo completo…
—Sí. Domingo, profesionalmente, lo es desde hace más tiempo, puesto que yo, específicamente, lo soy desde 2010, ya que he compaginado el arte con formación en distintos ámbitos. Principalmente, el económico y la comunicación. Hubo una etapa inicial de mucho trabajo de campo, lectura y autoconocimiento. Y a partir de ahí, dejar fluir las ideas e intentar convertirlas en realidad es hoy mi actividad principal. Para que veas lo que son las cosas, yo era el artista de la familia. Si le hubieras preguntado a cualquier amigo de la infancia te diría, al cien por cien, que era yo el que acabaría en esta profesión. En cierto modo tenían razón. Y lo de Domingo, la verdad es que tampoco puede sorprender. En casa, siempre hemos tenido mucha libertad a la hora de investigar y desarrollar nuestras inquietudes. Seguro que Domingo también apuntaba hacia el mismo camino, pero era más difícil de ver.
Tu actividad abarca muchos ámbitos creativos. Lo mismo pintas, que te introduces en las últimas tecnologías, que organizas exposiciones o presentas libros. Y ahora, incluso, también los escribes.
—Sí. Acepto cualquier reto que suponga estudiar, profundizar y aprender. No veo problema en explorar tanto como sea posible, siempre, claro, que mi curiosidad me lo pida. Si esa misma curiosidad me hubiera conducido a entregar mi vida a dibujar cada día un círculo zen buscando la esencia cíclica de la existencia, disfrutando de breves instantes en que los pensamientos se diluyan, la mente se rinda y el cuerpo respire logrando entrar en una especie de vacío, hubiera sigo genial. Luego tendría que dedicar mucho tiempo a intentar vender esos dibujos, o a dar clases particulares para ganarme la vida, pero hubiera estado bien.
Volvamos de nuevo a Domingo. Veo que ambos partís del mismo punto, que recibís la misma educación… Sin embargo los resultados son dispares…
—Claro. Porque es que no puede ser de otra manera… Distintas personas, distintos resultados… Y aquí me das la oportunidad de llamar la atención sobre dos aspectos que me parecen muy importantes. Primero, lo absurdo que es querer estandarizar unos resultados, perdiendo el tiempo intentando recorrer el camino que otros han recorrido porque te parece el adecuado. Y segundo, pensar que el otro camino era el acertado. Pero ahora no tengo tiempo de explicarte con calma lo importante que me parece esto que acabo de contarte, pero bueno, ya sabes que mi estudio es tu casa. Cuando quieras nos tomamos un café y lo comentamos.
Regresemos al libro a tres bandas, o libro escrito por tres escritores. ¿Cómo os organizáis y por dónde empezáis?
—Se empieza desde el respeto a las otras partes. En mi caso era sencillo. Partimos de que es fácil llevarse bien conmigo –sonríe–. Ayer mismo les comenté a mis dos compañeros que no me necesitaban en absoluto. Que su apuesta por mi participación era un gran acto de generosidad. Y a partir de ahí me sumo al proyecto con un único objetivo: sumar. Y respecto a la organización, a cómo nos lo montamos… Pues Patricia, por su experiencia, ejerce un liderazgo notable, marcando ciertas pautas esenciales, como si fuera, que lo es, el hilo conductor de las tres participaciones. Y a partir de ahí, total libertad, y… Pues permíteme que añada algo ahora tras haber mencionado esa palabra, libertad. Se trata de un libro experimental en el que, partiendo de una base, cada uno de los tres miembros dispone de absoluta libertad. Ese punto, concretamente, es el que más me seduce del proyecto.
Sabemos que estás trabajando en un proyecto denominado ‘Pangea'. ¿En qué consiste?—'Pangea' pretende dedicar años a indagar sobre ese aspecto en particular. Siendo más concreto todavía, sobre la palabra violencia y la palabra libertad, y la interrelación que puede haber entre las mismas. Personalmente, me interesa mucho estudiar la violencia que ejercen los gobiernos democráticos sobre los ciudadanos. Especialmente cuando esa violencia se ejerce de forma involuntaria. Principalmente por la pérdida de foco o contacto con la realidad... Otra vez –sonríe– necesitamos una tarde para profundizar.
Para terminar, y sin insistir sobre el tercer escritor de vuestro libro, ¿deseas añadir algo más?
—Te lo simplifico: tres escritores, tres partes totalmente distintas con un pequeño hilo conductor, tres formas de expresarse llevadas al extremo… Y como yo sólo puedo hablar por mí, mi historia se desarrolla imaginando las aventuras del protagonista en el metaverso. Algo que me ha permitido no tener que poner límites a la hora de imaginar. Así que no se puede pedir más.
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