Existen muchos tipos de marionetas, -de hilo, peana, calcetín, o varilla, entre otras invenciones-, y, a pesar de carecer de pensamiento propio y de cuerdas vocales, hablan mucho de aquel que las manipula. La Plaça Major de Palma se conviritó ayer en el gran escenario público del XXV Festival de Teresetes, donde grandes y pequeños se dejaron embaucar por la magia y el encanto de los títeres.
Aunque amenazaba tormenta, finalmente la meteorología dio una tregua y la jornada comenzó a las 10.15 horas, con el pasacalles Influències lunars, de la Cía. eivissenca Teathre of the Ancients, una danza protagonizada por la Luna, la diosa de la fertilidad Tanit y una cabra salvaje del Vedrà, que recordó a los presentes esas fuerzas misteriosas que actúan a nuestro alrededor. Algo más tarde se abrieron las puertas de los diferentes talleres organizados, donde los niños crearon su propio títere, o participar en Embaldufats, un taller de baldufes a cargo del campeón del mundo de peonza, el inquer Guillem Vizcaíno, en que los niños descubrieron un nuevo, desfiante entretenimiento y sus padres realizaron un viaje de vuelta a la infancia, o en el Racó de les Teresetes, donde manipularon marionetas de mano.
Otra de las grandes atracciones fue El gran Teatre Mecànic de la Cía. francesa Les Ateliers Denino. Bajo una pequeña y llamativa carpa se encontraba un gran teatro, en miniatura, de estilo italiano con 700 localidades. De ellas, solo diez estaban libres, reservadas para el público asistente al Festival de Teresetes. Y, como en todos los teatros, cada espectador tenía una visión distinta del espectáculo según dónde se encuentre su plaza. Asomándose por una pequeña y estrecha rendija, el público pudo perderse en los movimientos y la expresividad de las figuras.
Y, poco después de las 12.30 horas llegó el momento de una de las funciones más esperadas, The Budapest Marionettes, donde el titiritero húngaro Bence Sarkadi presentó una serie de historias cortas, -protagonizadas por un científico loco, un temible dragón de tres cabezas aficionado a la ópera o una marioneta que representaba al propio titerista-, que hicieron las delicias del público a pesar de enfrentarse al peor enemigo de los títeres de hilo: el viento. A continuación, llegó la hora de AHOI!, una obra de teatro de objetos y máscaras de la alemana Theatre Fragile, en la que se exploró el entrañable humor de la vida cotidiana.
Tras una pausa para comer, porque hasta los muñecos de madera tienen apetito, la gran fiesta de los títeres continuó por la tarde. Primero fue el turno de Guillem Vizcaíno y su espectáculo POI, donde se cuenta la historia de un hombre rural atrapado desde su más tierna infancia en el efecto giroscópico de su peonza. Una función que nunca falla. Y, para cerrar la divertida jornada, la cía. eivissenca La Maletitiritera presentó su obra The Cabaret Charly's Band, en la que la titerista Karla Doorenbos demostró que todos nuestros miedos pueden transformarse en expresiones de amor.
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