Algunos miembros de Aires de Andratx en el patio de los Jardines de Alfabia.

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El 14 de abril de 1983 se estrenó la película Bearn o La sala de las muñecas, basada en la novela homónima de Llorenç Villalonga. A razón del 40 aniversario de su estreno, el Club Última Hora-Valores organiza el próximo jueves en los Jardines de Alfabia -parte del escenario del filme-, un evento con un coloquio del director de la película, Jaime Chávarri, y con la proyección de la cinta. En este contexto, la agrupación Aires d’Andratx, dedicada a la recuperación y la divulgación de la música, danza y la indumentaria tradicional de la Isla, se une a la efeméride y muestra el vestir isleño en el tiempo retratado en la novela, con piezas auténticas de la época.

La historia de Bearn sucede en mitad del siglo XIX, y refleja la caída de la aristocracia agraria de la Isla. «En el siglo XVIII todavía hay una nobleza vestida a la mallorquina. Pero no en el siglo XIX. Los señores iban vestidos con la indumentaria europea, en especial con la francesa. A diferencia de la indumentaria Imperio, de corte recto, que disimula la figura femenina, en la época romántica se buscaba volumen: la falda se ahueca con miriñaques, se ajusta la cintura... En el caso del señor, podía vestir levita, frac o chaqué, y un sombrero de copa», sostiene Macià Tomàs, integrante del grupo.

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En el caso de los payeses, ellos sí vestían con la ropa autóctona. «En el caso de las mujeres, destacan el rebosillo o el volant; el arxiduc Lluís Salvador cuenta que, en la Serra de Tramuntana, el volant, formado por dos piezas, era más común. También es importante el gipó, negro y ajustado, y la falda, conocida como enagos, formada por dos piezas que unía un punto llamado copinyat. Como complementos portaban maneguins, mocadors o mantons y para trabajar manegots, que les protegían y mantenían clara la piel».

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Esta producción contó con un presupuesto de cien millones de pesetas de la época, muy elevado en el cine español. De este manera, se cuidó hasta el último detalle y Chavarrí contó con estrellas como Fernando Rey, Amparo Soler Leal, Imanol Arias o Ángela Molina. Lo mismo sucedió en el apartado técnico: del diseño del vestuario de la película se encargó la figurinista Yvonne Blake. «Investigó mucho y sobre todo se basó en el testimonio de Lluís Salvador en Die Balearen y en piezas auténticas; trabajo con modistas y en telares mallorquines e imitó faldas originales con telas de la Isla. También utilizó piezas auténticas», afirma Miquel Matas, miembro del grupo. Una de las piezas más icónicas de Bearn firmadas por Blake es el vestido de seda salvaje blanca con volantes de orgaza y encaje de chantilly que vistió Ángela Molina y que, pocos años después de la película, quedó destrozado por la cantidad de novias que lo alquilaron para casarse con él.