El desarrollo de la actividad no guardaba secretos: los participantes disponían de nueve horas para diseñar y confeccionar un conjunto con piezas de ropa procedentes de la recogida selectiva. La maratón arrancó a las 9 horas, y lo primero que hicieron las diseñadoras fue bucear en una montaña compuesta por 400 kilos de ropa, donde podían encontrar toda clase de prendas.
Entre las participantes se encontraban profesionales de la moda, estudiantes de diseño o aficionadas a la confección. «Soy una artista que trabaja con el objeto y el concepto de recuerdo. Porque cada prenda guarda una historia. ¿Por qué se descartó? ¿Qué cuerpo vistió? Estoy muy concienciada con este tema. Hace seis años que no compro ropa nueva: utilizo Vinted, visito mercadillos y tiendas de segunda mano», afirma Ariadna Ortega, licenciada en Bellas Artes. Con la ayuda de su amiga Laura, confeccionaron un conjunto punk, inspirado en Viviene Westwood.
Como sucede con las maratones deportivas, la fuerza mental es imprescindible para superar este reto. A las 17 horas, cuando ya se aproximaba la hora de dejar sobre la mesa aguja, hilo y tijeras, eran muchos los suspiros que se escuchaban en la habitación. Pero finalmente, todos los diseños llegaron a buen puerto.
«Me parece un método divertido y educativo para concienciar sobre el residuo que genera la industria textil. En el transcurso de la maratón hay momentos de tensión, a veces piensas que no llegas, pero también hay espacio para relajarse. Lo disfruto mucho», expresa Ainhoa Civera, estudiante de tercero de Diseño de Moda en EASDIB, que confeccionó un vestido a partir de tres camisas blancas.
Entre los criterios de valoración del jurado se encuentran la portabilidad del modelo diseñado, la posibilidad de reproducir el estilismo, así como su reproductibilidad. Y la creatividad en todo ello juega un papel fundamental. «Trabajar el upcycling es lo único que se puede hacer para cambiar esta tendencia. He confeccionado un vestido a partir de diferentes piezas de tela vaquera, la más contaminante de la industria, la que más se compra y más se desperdicia. Cuando hablamos de cuidar el medioambiente, parece que hablamos de algo ajeno, cuando somos un todo», afirma el diseñador Michael Cruz.
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