Una terraza en Palma. Fotografía de archivo. | Julián Aguirre

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Un equipo de lingüistas liderado por el doctor Soren Wichmann, de la Universidad de Kiel, ha demostrado que la temperatura ambiente promedio influye en el volumen de ciertos sonidos del habla. «En general, los idiomas de las regiones más cálidas son más ruidosos que los de las regiones más frías», afirma este experto, cuya investigación se publica en PNAS Nexus. La idea básica detrás del estudio es que estamos rodeados de aire cuando hablamos y escuchamos. Las palabras habladas se transmiten por el aire en forma de ondas sonoras.

Por lo tanto, las propiedades físicas del aire influyen en la facilidad con la que se produce y escucha el habla. «Por un lado, la sequedad del aire frío supone un desafío para la producción de sonidos sonoros, que requieren la vibración de las cuerdas vocales. Por otro lado, el aire caliente tiende a limitar los sonidos sordos absorbiendo su energía de alta frecuencia», explica el Dr. Wichmann en un comunicado. Estos factores podrían favorecer un mayor volumen de ciertos sonidos del habla en climas más cálidos, lo que en términos científicos se conoce como sonoridad.

El Dr. Wichmann y sus colegas utilizaron la base de datos del Programa Automatizado de Juicio de Similitud (ASJP) para probar si estos factores realmente tienen un efecto en el desarrollo de las lenguas. Actualmente contiene el vocabulario básico de 5.293 idiomas y se amplía constantemente con el apoyo del Clúster de Excelencia ROOTS. El Dr. Wichmann y sus colegas descubrieron que las lenguas que se encuentran alrededor del ecuador en particular tienen una sonoridad promedio alta, mientras que las lenguas de Oceanía y África tienen el índice correspondiente más alto.

Por el contrario, el récord mundial de baja sonoridad pertenece a las lenguas salish de la costa noroeste de América del Norte. Sin embargo, existen algunas excepciones a esta tendencia. Por ejemplo, algunas lenguas de América Central y del sudeste asiático continental tienen una sonoridad media bastante baja, aunque se hablan en regiones muy cálidas. «En general, sin embargo, pudimos establecer una relación clara entre la sonoridad media de las familias lingüísticas y la temperatura media anual», subraya el Dr. Wichmann.

Las excepciones sugieren que los efectos de la temperatura sobre la sonoridad se desarrollan sólo lentamente y sólo moldean los sonidos de una lengua a lo largo de siglos o incluso milenios. Actualmente, los científicos debaten intensamente hasta qué punto el entorno influye en las lenguas. «Durante mucho tiempo, la investigación asumió que las estructuras lingüísticas son autónomas y no están influenciadas de ninguna manera por el entorno social o natural».

«Estudios más recientes, incluido el nuestro, comienzan a cuestionar esto», dice el Dr. Wichmann. Estudios como este también podrían abrir nuevos caminos hacia el conocimiento de las sociedades humanas, por ejemplo sobre el tema de la migración. «Si las lenguas se adaptan a su entorno en un proceso lento que dura miles de años, entonces contienen algunas pistas sobre el entorno de sus lenguas predecesoras», afirma el lingüista de Kiel.