Pepe Vidal, en un momento de la entrevista. | Click

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Pepe Vidal es alcohólico rehabilitado desde hace 8 años. Además, ha tenido un tumor en un riñón, tomó droga, adicción de la que también se ha rehabilitado, ha tenido también que hacer frente a deudas que adquirió…

Aparte de lo dicho, que no es poco, el alcohólico, aunque rehabilitado, como él, ha de luchar constantemente, ¡toda su vida!, contra todas las contrariedades que se le presenten, sean del orden familiar, laboral, afectivo, etc., ya que si sucumbe ante ellas, puede recaer, lo que significará regresar al punto en que estaba cuando dejó el consumo. O lo que es lo mismo, echar a perder el terreno ganado al alcohol, lo cual significará tener que recuperarse de nuevo, desde el principio, algo que le costará. Y eso si lo consigue.

Pedir ayuda

«Cualquier contrariedad que tengas te puede poner a escasos centímetros del abismo –asegura Pepe–, por lo cual has de estar luchando constantemente contra tu mente. Y en este caso, la mente no te puede ganar. ¿Qué hacer, pues, llegado ese momento en el que ves que estás en peligro de una recaída, echándolo todo a perder? Pues pedir ayuda. No queda otra, porque igual tú solo no puedes…. Y si ves que es así, no lo pienses y llama».

Y Pepe la ha pedido recientemente. Se lo ha contado a su amigo Mica –fundador de Las Ovejas de Mica–, nos mandó una whatsapp a nosotros, seguramente habrá hablado con otras personas de su entorno o del trabajo… Y es que no es bueno que el alcohólico rehabilitado, en un traspiés que tenga, pretenda resolverlo solo.

¿Que qué le ha pasado? Pues que Pepe, recientemente, ha tenido un fracaso sentimental que le ha afectado bastante, y… ¡Ojo!, que una experiencia como la que está viviendo puede suponer un desequilibrio, y este empujarte hacia una caída al vacío, un volver a ser el que eras antes de rehabilitarte, una persona que para levantarse, equivocadamente convierte el alcohol en la muleta en la que trata de apoyarse para seguir andando, cuando realmente, si lo hace, se irá hundiendo más cada día. Por tanto, llegado a este punto, que no es otro que el de ir camino del precipicio, pide ayuda. Él, de momento, ha cambiado los hábitos, para, desde esta nueva perspectiva, combatir la ansiedad sin recurrir al alcohol, que sabe que está ahí, cerca de él, «y que en cualquier momento me puede llamar…»

«Por eso –dice–, ahora, solo, tengo que luchar contra mi mente para no volver al camino que abandoné hace años… He de hacerlo, y más siendo como soy: obsesivo, compulsivo e hiperactivo… Debo hacerlo porque soy mi propio enemigo, y aunque sea agotador, debo seguir luchando contra mi mente. Por eso he pedido ayuda, por eso me he puesto en contacto con Mica, por eso estamos hablando ahora los dos… Y por eso, también, estoy huyendo de la soledad del sofá, del lamentarme de la mala suerte que tengo, del ‘pobrecito de mí', del que ‘soy un desgraciado'… Estoy huyendo de la autocompasión, en pocas palabras. Porque eso no conduce a ninguna parte. Al revés, te hunde más, te pone más cerca de la botella, o lo que es lo mismo, del infierno. Por eso no quiero que los míos sufran por mí. Por eso también me refugio en el trabajo, donde mis compañeros conocen mi problema… Y así, con la ayuda de todos, me voy a auto convencer de que voy a salir de esta situación. Tampoco quiero obsesionarme, pero sí concentrarme en lo que me está pasando para impedir que vaya a más, ya que sé que al menor despiste me encontraré con una cerveza en la mano, o yendo a Son Banya a comprar unos gramos de droga. ¡O las dos cosas!».

«A los 13 años comencé a beber –recuerda–. A los 20, tras tontear con ella, caí en el mundo de la droga. Primero con la coca y luego con el caballo, o heroína. ¡Terrible!, sobre todo esta última. Tuve dos rehabilitaciones con Projecte Home… Por cierto, tengo entendido que la droga de los 80, la heroína, está regresando… Pues, ¡ojo!, porque pobre de los que caigan en sus garras. Por eso hay que huir de ella… Porque de los que se engancharon a ella en los ochenta, pocos siguen vivos. Y los que sobrevivimos, o bien han pasado por la cárcel por robar para abastecernos de la droga, pues no trabajamos, entre otras cosas porque esta no nos deja, o nos quedan secuelas que de algún modo nos afectan en nuestra forma de vida… Por eso, ¡huid de la droga y del alcohol!.... Pues, como digo, si caéis, eso, tarde o temprano, se traduce en cárcel, en destrucción de la familia y en deterioro de la salud física y mental. Y si no sabéis, o no podéis huir, pedid ayuda. El alcohólico, de por sí, es un solitario… Incluso la misma familia prefiere más ocultarlo, lo cual es hasta normal… Pues en ese caso, procurad no estar solos, y buscad la compañía de alguien que os pueda ayudar».

Brindar con agua

Pepe tiene un hijo de 23 años, al que no ve lo a menudo que quisiera. «En parte, la culpa de que eso pase la tengo yo. Pero voy también a cambiar, a hacer que nos veamos más, a convertirnos en amigos. Porque, ya digo, la culpa del distanciamiento ha sido más bien mía».

Por lo demás, tiene muy claro que en los tiempos de celebraciones que se avecinan, «a la hora de brindar, en vez de hacerlo con una copa con vino, hagámoslo con un vaso con un refresco. No queda otra. Y como digo, estar pendiente de tu mente, sin dejar que te venza. Y si te ves muy perdido, insisto: llama al amigo, al familiar, al acohólico rehabilitado, que posiblemente por haber sido como tú, te entenderá mejor que nadie, para que estén a tu lado».

A lo mejor, amigo lector, puede que seas un caso similar al de Pepe. Si es así, no pases la Navidad solo. Busca compañía, busca ayuda. Cuéntale lo que te pasa, que seguro que eso te ayudará, deteniendo tu camino hacia el abismo. Y brinda con agua.