Según explica, antes de la pandemia «las cosas eran totalmente distintas». Ahora, le llaman pidiendo cosas muy concretas: «Me piden si tengo unos zapatos azules de la talla 25 y esto no funciona a la carta». En su tienda se pueden encontrar ropa, cochecitos, juguetes, cunas, hamacas, tronas, en definitiva, todo lo que se necesita «desde que nace el bebé hasta que tiene ocho o diez años». Desde diciembre está haciendo liquidación, para cerrar definitivamente la tienda en enero: «No está yendo tan bien como me gustaría, funciono con depósito, no compro nada de lo que vendo. No viene nadie, ni a dejar, ni a comprar, entonces, se me echa el tiempo encima».
Por desgracia, ha tenido problemas de salud, por lo que ya la han tenido que intervenir dos veces. A esto se suma otra tercera operación a la que se tendrá que someter: «Después de cerrar no hay planes, sólo una lista muy larga de médicos y una pena muy grande». Asimismo, ha intentado utilizar Vinted para vender artículos grandes: «Lo he probado dos veces con el permiso de los propietarios, ya que tengo un precio cerrado con el cliente siempre. El problema es que la gente regatea y sí yo ponía algo a 10 euros, en la app me pedían cinco. Al tener precio cerrado la diferencia la pongo yo. No tiene sentido que lo use porque soy autónoma, estoy pagando un alquiler y con Vinted no cubro los gastos. Si declaro las ventas que haga con la plataforma no tengo nada limpio».
Todo el excedente del que no se deshaga se lo devolverá a los clientes y el género que se quede en la tienda, porque no venga nadie a recogerlo, se lo dará a la Fundación Escribano, «como siempre he hecho», asegura. Al hablar con ella, la voz se le quiebra y rompe a llorar: «Lo he dado todo, no he tenido horario para mi vida personal, he llegado aquí por la mañana a abrir y me he ido por la noche. La situación me está superando y me están comiendo los gastos».
Pese a todos sus esfuerzos las cosas no han jugado a su favor: sus problemas de salud, la competencia de las grandes superficies, las plataformas para vender y los grupos de Whatsapp, desde los que las madres se venden y compran la ropa entre ellas de manera directa. Además, cree que el decaimiento de la zona donde se encuentra el local también a jugado en su contra, ya que «cada vez es más difícil aparcar y entra poca gente aunque siempre ha habido movimiento en el barrio».
Pese que en su tienda se ha dejado caer «algún que otro extranjero, que entiende mucho mejor el concepto de la segunda mano porque en su país es algo mucho más natural», por lo general, su clientela ha sido siempre, según ella, «gente muy normal, españoles, la mayoría con hijos». «Me han venido muchas abuelas a comprar para cuando les dejaban a los nietos los fines de semana y gente que ha venido embarazada y luego ha seguido comprando al dar a luz», dice emocionada.
Su última esperanza eran las fechas navideñas, pero «con las Navidades tampoco ha habido repunte». Cada año organiza un evento en el que los padres pueden venir con sus hijos a la tienda para que Papa Noel les de sus regalos: «Ni haciendo esto, ni con el Black Friday, ni con publicidad pagada, nada ha servido». Estos días, intenta que los propietarios recojan sus artículos y poder echar la persiana definitivamente: «Me estoy volviendo loca poniéndome en contacto con ellos y no tener problemas, pero hay gente que te ignora, otra que le avisas y no viene, y otra que se echa a llorar conmigo».
Esta aventura de cinco años llega a su fin con todo el dolor de su dueña que no puede contener las lágrimas al hablar de su negocio: «Ha sido como mi bebé y ahora lo tengo que cerrar y duele. He intentado hacerlo lo mejor posible. He visto crecer a muchos pequeñajos aquí y ahora me duele cerrar la tienda».
6 comentarios
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Si nos viene justo para comer, ya no te digo para empezar d comprar ropa.
Esa altura de la calle llibertat es maldita para negocios, únicamente funcionan contados con la mitad de los dedos de una mano… ¡Lo digo por experiencia! Además, es imposible aparcar…
en mi opinión la guerra del precio es una guerra perdida casi siempre. esta mujer esta compitiendo con personas que venden sus articulos por internet, ella intenta llevarse un beneficio de eso ya que tiene que pagar un local y su sueldo, de ahi que sus precios ya no podrán ser competitivos. ademas la gente que compra productos de segunda mano quizas este aun mas tocada económicamente que los que compran a full price para un producto nuevo. si a todo esto sumas que la calle Dragonera es mala para aparcar y parar... cinco años son muchos
Héctor GarridoExacte, si ets una persona normal que no fa ingenyeria fiscal i paga els impostos aquí en lloc de pagar-los a un paradís fiscal, no surt a compte, millor no obrir res i anar a ser explotat per algú que sàpiga tenir la seu fiscal a Suïssa
Hay que hacer un estudio de mercado o uno de empresa antes de precipitarse i "emprender"
Bienvenida al nuevo futuro que empezó cuando empezaron a quitar el personal de las carreteras para que ponga uno mismo su gasolina, cajeros en los supermercados sin persona, etc. Ahora con la robotización, la IA, etc, como remate pues estamos arreglados. La ciudad tampoco ayuda, lo de no poder aparcar se traslada igual a la otra punta de la ciudad, ahora parece que solamente la ciudad tiene que ser para jubilados y gente con poco que hacer más que caminar por la ciudad. Nos está quedando una ciudad preciosaaaa