Le pusieron Malena por el tango, aquella acertada disección de la feminidad herida, aquel febril viaje a los abismos de esa enfermedad llamada vida, escrita por Homero Manzi. Guinzburg es su apellido, y también tiene miga. Su fonética recuerda a Ginsberg, el autor del ‘Aullido' que despertó a la generación beat; pero también a Gainsbourg, el eterno icono de la canción francesa, rey de la provocación, que no habría encajado en esta sociedad de censura, de corrección política. Con su acento bonaerense, Malena Guinzburg me atiende al otro extremo del teléfono, la polifacética humorista desgranará esta noche (cine Rívoli, 22.00) su Querido diario, un monólogo alimentado con su propio anecdotario particular, sazonado con la fina ironía que la caracteriza.
¿Cuál es el punto de partida de ‘Querido diario'?
Fue encontrar mis diarios íntimos de cuando tenía quince y dieseis años, y comprobar que de lo tristes y patéticos que eran hacían reír.
¿El humorista nace o se hace?
Para mí un poco se nace, pero sobre todo se hace a fuerza de los hechos de la vida.
Si el humor fuera un cóctel, ¿cuál sería la medida de parodia y psicología, y con qué ingrediente no se nos debe ir la mano?
Uf... a ver, parodia y psicología creo que son un treinta-treinta, a los que habría que sumar otros ingredientes secretos. Y no se te tiene que ir la mano a la hora de hacerte la graciosa.
¿El humor es un juego de percepciones?
Creo que sí, hay que estar atento a poder cambiar las reglas sobre la marcha y, si la cosa no va bien, a hacer alguna trampa.
En una entrevista afirmaba que siempre encontró el humor en el sufrimiento. Entiendo que exorcizarlo y subirlo al escenario será como una terapia…
Sí, he pagado muchas facturas de psicológos, creo que tendría que haber empezado antes con el humor, me habría ahorrado mucha plata.
En tiempos de corrección política, la sociedad no ha avanzado demasiado para erradicar la gordofobia, que es un tema sobre el que reflexiona en su ‘show'…
Sí, creo que se ha avanzado poco en ese aspecto; todavía falta mucho por hacer.
¿Por qué es más divertido el desamor, el conflicto, los despojos y los rompecabezas que la ‘buena onda'?
(Risas) Ya... pues mira, creo que al que le va bien en la vida no es gracioso. Si todo te va bien, ¿de qué te vas a reír? El rechazo, el desamor y otros aspectos negativos sí que tienen algo gracioso con lo que empatiza todo el mundo.
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