Pablo Martín y Teresa Lazpita, junto a su hija Casilda, una mallorquinista de 4 años, posan con las bufandas del Athletic Club y el Real Mallorca.

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«Coincidencias o cosas del destino. Nos lo tomamos a risa por pura incredulidad». Así definen el mallorquín Pablo Martín y la bilbaína Teresa Lazpita su reacción al enterarse que sus equipos, el Athletic Club y el Real Mallorca, iban a enfrentarse en la final de la Copa del Rey en el día de su boda, después de un año de preparativos. «Fui a ver el partido de vuelta contra la Real Sociedad y todo el bar de cachondeo: "¿Qué? ¿Ahora vas a cancelar la boda?". Pero no, la boda es lo primero», añade Pablo. Tras seis años de relación, la pareja contraerá matrimonio en el Castell de Bellver y celebrará el convite en una finca de Binissalem. «Entiendo que los invitados se centrarán en la boda, pero que cada uno haga lo que quiera, con naturalidad. Si miran el Marca me importa un bledo; como la que mira el Instagram», afirma la novia.

Aunque en su casa no son muy futboleros, Pablo es aficionado del Real Mallorca desde 2007, «empecé a ir con mi amigo Germán; desde entonces, voy a Son Moix cada partido», explica el abogado, a lo que su futura esposa, médico que reside en la Isla desde que se sacó la plaza MIR, añade: «El fútbol me es completamente indiferente. Pero mi padre y mi hermano son muy del Athletic, y Pablo del Mallorca. Estoy rodeada de fútbol. En la boda estarán los dos bandos». Algo que no les preocupa, «puede ser un buen motivo para romper el hielo, y que mallorquines y bilbaínos entablen conversación». También están convencidos que el partido, sea cuál sea el resultado, no será el detonante de su primer enfado como matrimonio, «se enfadará si ese día me voy a Tortugas», afirma Pablo, a lo que Teresa añade: «¡Hombre! Pues claro». «Tendré que ver la celebración en el periódico», concluye el letrado.

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Cuando la pareja supo que la final se jugaba en el mismo día de su boda, comenzó a tantear el terreno. «Me acuerdo que discutíamos si instalábamos pantalla o no. La única condición era que llegasen ambos equipos a la final», explica Pablo, a lo que Teresa apunta: «Y llegaron. Quién se lo iba a imaginar. Ni de coña». Finalmente, a pesar de la disposición de los novios, los invitados no podrán disfrutar del partido en directo. «Pensábamos que se jugaría a las 9 de la noche. Hubiese sido un buen final de fiesta, con el DJ y el partido en silencio detrás. Pero como la boda acaba a las once y el partido lo cambiaron a las diez, no tiene sentido. Hay que sacar a los invitados y, si pones la tele, igual no se va nadie. Aunque nuestra intención era ponerlo. Es una pena», sostienen Pablo y Teresa. En esta ecuación entra en juego una tercera persona, su hija Casilda, de cuatro años, quien ya tiene claras sus preferencias. Cuando se le pregunta por su equipo preferido, tímidamente señala la bufanda bermellona, y al pedirle por qué le gusta el fútbol, no le salen las palabras, pero asiente convencida y con una ligera sonrisa al resumen de su madre, «se ríe de papi cuando se pone en modo macho ibérico, y también le gusta vestirse con la camiseta y la gorra del Mallorca».

De los más de cien invitados al enlace, solo uno ha cancelado su asistencia para viajar hasta Sevilla y ver el partido en La Cartuja. «¿Podemos decir el nombre? ¿Le hacemos famoso?», bromea la pareja en esta entrevista. «Claro que sí, lo voy a decir, Nacho Flores. Es del grupo de amigos que vamos juntos al campo. Me dijo que le sabía mal, pero que no podía evitar asistir a la final. Pero no pasa nada, lo único que le he dicho es que venga con la segunda», afirma Pablo. «Nacho tiene inmunidad», apunta Teresa. De hecho, el novio está gratamente sorprendido con que solo haya un invitado que no vaya a asistir a la boda: «Muchos me han sorprendido, la verdad. Al principio veía que se me caían siete personas, fácil. Que Nacho disfrute, y ya nos contará el ambiente y cómo ha ido por Sevilla», dice Pablo. «Pero nosotros también le daremos por saco con la boda, para que vea qué se ha perdido», advierte Teresa, quien también le ha encontrado el lado positivo a la coincidencia. «Tanto nos han preguntado; hemos hablado tanto de la boda que ya hemos perdido los nervios previos. Vamos más tranquilos», concluye la pareja, que vivirá una unión para el recuerdo.